a coruña
Escrituras notariales, censos municipales y partidas sacramentales de las parroquias confirman la presencia de vecinos de raza negra trabajando como esclavos en la ciudad de A Coruña desde antes de la fiebre esclavista del XIX, de la que ya existen numerosas investigaciones. Estos primeros siervos habían llegado con sus propietarios, que eran altos funcionarios retornados a la metrópoli una vez finalizadas sus encargos en la Administración de Ultramar.
Desde 1764, cuando la villa coruñesa pasa a ser la base de los Reales Correos Marítimos –el servicio estatal de la correspondencia con Indias, que también admitía pasaje y mercancías– los esclavos domésticos fueron apareciendo de la mano de los capitanes de los navíos del intercambio postal con las entonces colonias americanas.
Cuando, en 1778, A Coruña se convierte en uno de los 13 puertos privilegiados para el libre comercio con América, la pulsión esclavista también será detectable entre los comerciantes asentados en la plaza, para los que ser propietarios de un negro o de una negra era una joya que coronaba la corona de su ascenso social.
La documentación custodiada en los archivos locales –medio centenar de casos, entre 1735 y 1812– permite escudriña un manojo de documentos con los que reconstruir compras, alquileres y ventas de la población negra esclavizada, también detalles sobre su libertad
Las historias son muchas. En julio de 1735, el párroco de Santiago (la Ciudad Vieja era, entonces, la zona en la que asentaba la élite coruñesa) bautizó a Joseph Francisco Ignacio Antonio Joachin de Sano Benito. El padrino de este rapaz fue Joseph Ygnacio Romay, regidor municipal, quien, diez años más tarde, hará bautizar "despues de averle catequizado, la un negro adulto que se hallaba a su servicio"·, con el nombre de Joseph Antonio.
Partida bautismal
De agosto de 1769 es la partida bautismal de Yrene Antonia, en la que el párroco de Santiago acredita haber bautizado "con agua llamada de Socorro a una niña, de nacion negra y esclava de doña María Cejudo y Aldana, viuda de don Marcos de Bergara, coronel de los Reales Exercitos y governador de Puerto Rico".
El documento notarial de la venta de la esclava María, por mucho que sea una escritura de la máxima formalidad legal, deja una cierta duda de si no sería un adecentamiento para deshacerse de una mujer que, casualidad, tuvo un hijo mulato. Juan Bautista Larragoiti, armador de buques, era el dueño de esta mujer negra, María, adquirida en Montevideo, "que la retubo en su compañía en esta ciudad, sin que hubiese cometido crimen ni delito que la hiciese acreedora a pena corpora".
Explica la escritura notarial que "deseando enagenarla, la dirigio a disposicion de don Matias Medán, del comercio de La Havana y según abiso que ahora tiene de él indicado Medàn, le dice allarse en la necesidad de casar a la dicha negra, que ya tiene una cria que pariò en la mar, que es un mulatico a quien se lee puso por nombre Pedro". Así las circunstancias, María quedó vendida a Matias Medán. La escritura finaliza señalando que la venta consistió en 300 "pesos fuertes", es decir, 6.000 reales.
En septiembre de 1813 comparecen el tal Juan Bautista Larragoiti, como garantizador testamentario, y Josefa de Uriarte, como viuda de Antonio Larragoiti, para escriturar la venta de Manuel, un esclavo negro que había comprado en Montevideo el difunto Antonio. En vida de su amo, Manuel residió en la vivienda familiar, pero Juan Bautista, el vendedor de la preñada esclava María, y Josefa de Uriarte habían decidido sacarle lucro a la propiedad heredada y habían colocado a Manuel cómo chico del bergantín El Palomo, que navegaba a Puerto Cabello (hoy, Venezuela). Allá habían mandado a Manuel, "con el goze de cinco pesos (100 reales) mensuales, que deben venir a la caja testamentaria, deduzidos los gastos de bestir y mas precisos, por ser el dicho negro propio de la misma testamentaria".
8.000 reales
Mirando por los intereses de los cuatro hijos del difunto Antonio Larragoiti, el hermano y la viuda venden a Manuel a don Pedro de Vera con el pago de 8.000 reales. A los dos días de esta compra, el armador Pedro de Vera otorga plenos poder la Josef de Garay, capitán de la fragata Fortuna, para la venta de este hombre en el precio "conveniente". El 14 de noviembre de 1790 Manuel, después de pasar por tantas manos, es finalmente vendido a don Josef Antonio Beguedano.
"À su esclavo negro llamado Antonio le dejava por dicho testamento 200 reales"
Pedro del Barco es un nombre con peso profesional de por sí: fue el capitán de la María Pita, la nave que llevó hasta América el equipo médico de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, aquella que fue la primera campaña transcontinental de sanidad en la historia de la Medicina. Entre la tripulación del navío fue Francisco, uno de los dos esclavos negros de Pedro del Barco. Iba de segundo cocinero y su salario era de 160 reales mensuales, retribución que, tratándolo cómo uno bien mueble, pararía en las arcas del propietario del "objeto", en este caso, de la persona arrendadora. El tal Francisco había recibido su confirmación en el catolicismo en 1774, en la iglesia parroquial de Santiago, de manos del arzobispo de Compostela, en la misma ceremonia en la que también fueron confirmados los propios hijos de Pedro del Barco, lo que remarca la vida conjunta y la normalización de los esclavos en la vida cotidiana de aquellas grandes familias.
De la misma edad que el esclavo Francisco era el segundo esclavo de Pedro del Barco, Joseph Laureano, que había sido comporado, con 30 años, en 1789, por Francisco Antonio Avello, capitán de los Reales Correos Marítimos, en Montevideo, por 6.000 reales. En febrero de 1793, después de cuatro años, "en que le hà servido bien y humildemente", el capitán Avello "dà en venta real perpetua, a Pedro del Barco, que compra para sí mismo, su muger y los suios, el mulato esclavo Joseph Laureano, en la cantidad de 2.600 reales".
La escritura notarial introduce una matización "humanitaria" de la que hasta se podría deducir que los posibles ingresos salariales de Joseph Laureano irían a su propio bolsillo o a una carta de ahorros que le custodiara el dueño, con vistas a ir haciendo caja para poder comprar su propia libertad. En el documento se hace constar que la merma de 3.400 reales entre la compra original y la venta a Pedro del Barco "es a favor del motivado esclavo, atendiendo a los buenos servicios que él vendedor hà recibido del referido esclavo".
Mecenas de jóvenes sin recursos
De la misma manera que había gente de muchos caudales que, entre sus últimas voluntades, no dejaba nada para obras pías –más allá de un buen puñado de misas por el eterno descanso de su alma–, también había hombres y mujeres que, en sus testamentos, dejaban importantes fortunas para sostener monasterios, construir hospitales o crear fundaciones que donan fondos a jóvenes sin recursos para poder entrar en el mercado matrimonial con sus propias dotes.
En este campo de las últimas voluntades humanitarias entra un punto que Joseph Vitorio de Lago incorporó a su testamento de 1806: "À su esclavo negro llamado Antonio le dejava por dicho testamento 200 reales; también era su voluntad que se costease enseñarle oficio, mantenerlo asta aprenderlo y lo nezesario para su uso, todo lo que rreboca mediante ya esta aprendiendo él de sastre, pero deja en su fuerza la livertad absoluta que lee tiene concedido por él citado testamento".
En las cartas de libertad de esclavos y esclavas suele aparecer patente que estas manumisiones son recompensas en agradecimiento por los leales servicios prestados. Es el caso de José Joaquin Ynclán y Araujo, consejero de Su Majestad, que había sido juez decano de la Real Audiencia de Santa Fe, hoy Bogotá, capital del vicerreinado de Nueva Granada.
El 5 de junio de 1803, el prócer acude a la escribanía de Rafael Nogueira para otorgar carta de libertad a una "mulata", Ana Maria Basurto, que forma parte de su compañía. Según la documentación inscrita en el protocolo notarial la chica había sido comprada en lo que hoy es Colombia. El exdecano de los jueces del más alto tribunal de Nueva Granada liberó, pues, a Ana María Basurto en recompensa por lo que tilda de" amor" de los últimos trece años, dado "con toda fidelidad y sumisión".
Liberación
Explica el juez jubilado que, si bien ella podía haber reclamado quedar y ser vendida en Santa Fe, acompañó a su familia hasta A Coruña. Así los hechos, Jose Joaquin Ynclan ejecuta la promesa que le tenía hecha a Ana María: su liberación.
Benito de Palermo, negro de nación, natural de Guinea, (...) bajo la esclavitud de don Fernando Quirós, (...) quien, en vista de los buenos servicios y arreglada conducta, le ha dado por libre"
En el acta del pleno municipal de 9 de enero de 1804 está escrito que se nombra clarinero municipal a Benito Palermo de Quirós, que quedó por encima de un vecino Elviña que también había aplicado al mismo puesto de trabajo en el Ayuntamiento. El Archivo Municipal de A Coruña muestra como este "Benito", era de origen esclavo: "Benito de Palermo, negro de nación, natural de Guinea, con la mayor veneración y respeto debido, expone a V.S.S. [vuesas señorías] que, haviendo venido a España desde el Guarico frances, bajo la esclavitud de don Fernando Quirós, capitán de navío de la Real Armada, quien, en vista de los buenos servicios y arreglada conducta, le ha dado por libre. Mediante la plaza de clarinero de esta ciudad se halla vacante por muerte de Juan Rial, que la servía rendidamente, suplica la V.S.S. se sirvan admitirlo al disfrute y ejercicio de la dicha plaza, que desempeñarà con la mayor exactitud".
Se adjunta, además, la famosa carta de libertad, la que le permite a Benito solicitar este puesto: "Don Fernando Bernaldo de Quirós y Miranda, capitan de navio de lana Real Armada, doi libertad a mi negro Benito de Palermo y lee entrego lana escritura de compra (…) para que con estos documentos pueda hacer constar en cualquier parte que eres libre", en enero de 1795.
Por entonces, el salario del hombre del clarín era de 1.460 reales anuales –doce pagas de 121 reales– con una asignación anual de 120 reales para vestuario. Era un puesto relevante, ya que el pregonero municipal cobraba solo 66 reales en cada paga; la rectora de expósitos del Hospital de la Caridad, por añadir otro ejemplo, cobraba solo 50 reales y una libra de pan.
Nuestro Benito
Benito de Palermo Quirós muere a los siete meses de haber accedido al puesto de clarín municipal y, en su lugar, el Ayuntamiento nombra, el 3 de agosto de 1804, a Bernardo Vaamonde, vecino de Santiago. El acta municipal de 8 de julio de 1804 acredita el que debió ser el último servicio público del clarín Benito. Ese día entraba en la ciudad Francisco de Taranco, el nuevo capitán general del Reino de Galicia, cuya recepción, dan testimonio las crónicas, fue cerca del antiguo puente de Monelos, alrededor de las cinco de la tarde, bienvenido por una comitiva con el clarín a caballo, nuestro Benito.
La elección de negros libertos para el puesto de clarín municipal era una práctica habitual de la Corporación local, ya de antes de la incorporación de Benito Palermo. Si estas contrataciones hablan de su integración en la vida ciudadana, no menos esclarecedoras son los actas matrimoniales entre negros libertos y vecinas coruñesas.
El antecesor de Benito Palermo, que también había sido esclavo, Juan Rial, procedía de la colonia de Sacramento (hoy, Estados Unidos) y fue liberado por su dueño, Lorenzo Rial, vecino de Santiago. A la altura de 1800 y viviendo en A Coruña, el viudo Juan Rial contraerá segundas bodas con una coruñesa, Juana de Castro.
Más atrás en el tiempo, en el acta municipal de 11 de julio de 1765, consta que, después de la muerte de Jose Manuel Lisboa, "negro clarinero de esta ciudad", se admitió a Manuel Pereira, también un liberto. "Y que habiendose muerto su antecesor tisico, si inutilizo su librea y clarin, por lo que se acordò seguir una representacion al Real Consejo Supremo de Castilla, el fin de disponer de él caudal para vestirle como corresponde la los criados de la ciudad, uniformado con su librea y comprarle un nuevo clarín".
Partida matrimonial
Según una partida matrimonial de la coruñesa parroquia de Santiago, Manuel Pereira, en la tramitación de su boda con Andrea González, coruñesa viuda, había tenido que acreditar ser negro liberto, delante del juez, para que la boda fuera permitida por el obispado de Compostela.
La prohibición de la esclavitud en Inglaterra en 1808 relanzó el tráfico desde el puerto coruñés. Entre 1816 y 1820 y, a pesar de los intentos del Trienio Liberapor terminar con la trata esclava, desde A Coruña salieron 25 expediciones negreras, que llevaron a Cuba 6.854 personas (se estima en 110.000 las que se transportaron desde España en esos años). El más activo comerciante (fueron de él la mitad de las expediciones) fue Juan Francisco Barrié D'Abadie, bisabuelo de Pedro Barrié, conde de Fenosa.
La prohibición de la esclavitud en Inglaterra en 1808 relanzó el tráfico desde el puerto coruñés
Otros nombres son Bartolomé de las Casas, José Blanco, Marcial Francisco del Adalid (abuelo del músico del mismo nombre y apellido), José Arias, Francisco Romeu, José Mens, Manuel Sierra, Jaime Dalmau, González del Valle, Antonio Santiago de Llano, Martín de Torres Moreno; muchos presentes en el callejero de A Coruña.
Con posterioridad, el mayor emprendedor del ramo sería Juan Menéndez Fuertes, llevando esclavos a Cuba y trayendo azúcar. Heredaría su negocio (y casaría con su viuda, Modesta Goicuría) otro prócer, Eusebio de A Guarda, que también hizo transportes a grandes traficantes como Antonio López, Marqués de Comillas. Mas cabe recordar, como apunta Rafael Lema, que en aquella época en la cuestión de la trata no existían casi diferencias entre los absolutistas y los constitucionalistas, era un negocio normalizado dentro de aquella vida comercial.
Jerónimo Hijosa
La vida de Jerónimo Hijosa representa cómo un bienhechor social también podía formar parte de un comercio de esclavos que, en aquellas alturas del XVIII y XIX, aun era considerado como una parte más de la vida comercial. Hijosa (Medina de Rioseco, Valladolid, 1723-A Coruña, 1803) nació en una familia de "hijosdalgos notorios". Llegó a A Coruña en 1751, tras los pasos de su hermano Francisco; siete años después, se casa con Josefa Rodríguez de él Castillo, viuda de un coruñés de muchos posibles, con la que tendrá tres hija y un hijo. Por lo precipitado de su muerte, Hijosa no recibió sacramento ninguno ni dejó testamento escrito.
La importación de cereal fue su primera actividad comercial y acabó siendo el principal abastecedor de harina para los hornos locales. Informaciones recogidas en la época dicen que, en años de malas cosechas, hizo un esfuerzo por contener los precios en las importaciones de grano.
El comercio de esclavos estaba normalizado como un parte más de la vida comercial de la ciudad
Jerónimo Hijosa apuntalará el control del negocio del pan con dos molinos de viento −en una concesión de terreno municipal, en San Amaro− con materiales importados de Francia, y con la adquisición de un horno en Santo Tomás. El servicio al público fue un campo que cultivó con tino: ganó contratas para abastecer de carne a la ciudad y para suministrar los materiales con los que armar y fortificar los puertos gallegos.
La promoción de la captura, secado y salado de abadejo, merluza, congrio, raya y sardina lo convierten, desde 1768, en un adelantado de la industria conservera gallega. En Santa Uxía de Ribeira montó una factoría experimental en 1774, que fue seguida en ese año por una fábrica en Porto do Son y una tercera en Bueu. Para poner en marcha estos ingenios de salazón, trajo gente que conocía el método de salazón de Terranova. Su objetivo era erguir una alternativa de pescados secos y salados frente al bacalao, que daba buen dinero a Inglaterra, y la salazón industrial de la sardina.
Prebendas reales
Este hombre fue el primero entre sus pares: Comisario Honorario de Guerra, prebenda real por los servicios a la Corona; Prior del Real Consulado, institución para fomentar la agricultura, las ciencias aplicadas y la formación profesional, y director de la Real Compañía Marítima, creada por Carlos III para buscar caladeros y financiar la compra de buques y aparatos.
Propietario de 21 navíos que, para La Habana y Montevideo, llevaban vino, aguardiente, tejidos, cerdo y pescado salado; de allá traían sal, azúcar, café, tabaco en polvo y cueros. Dueño de 40 heredales agrícolas repartidas por San Amaro, Oza, Elviña y Visma; también de 24 casas en el barrio de la Pescadería, también en A Coruña. Una actividad mercantil comercial que repercutía directamente en las arcas de la Corona: "Vivo persuadido de que, entre 1752 y 1761, he contribuido a S.M. con más de 100.000 pesos", diría sobre sus negocios (es decir, 2.000.000 de reales). Entre 1765 y 1775, por las mercancías que le habían transportado los buques de los Reales Correos Marítimos, pagó al servicio postal de la Corona 2,3 millones de reales.
Dueño de cuatro esclavos y asegurador de expediciones negreras, Hijosa intervenía, con la acomodada naturalidad que le permitía su fortuna, en la política municipal, en la conservación y restauración de templos o en la financiación de un hospital de beneficencia. Era regidor perpetuo de A Coruña, un cargo que le había comprado por 10.000 reales, en 1783, a Ambrosia Vicenta Osorio y, como "prohome" o "patricio" de la época, fue fabriquero de la coruñesa parroquia de San Xurxo. En 1791, como detalle, puso 8.000 reales para construir la iglesia de San Estevo de Morás. En el libro de cuentas del Hospital de la Caridad, cuando el centro de beneficencia que había Fundado Teresa Herrera aun estaba en obras, el tesorero del Hospital anota este ingreso de 1794.
En un temprano mayo de 1773, Hijosa, como armador del Spiritu Santi, con destino a La Habana, registra un poder notarial, a favor del capitán Vicente del Bosque, para que venda −"en los precios que se lee ynsignuará y que él tenga por conveniente"− dos negros de su propiedad: eran Francisco Montevideo y Pedro López, que habían venido de Montevideo como esclavos de los coruñeses Francisco Larrea y de Pedro de Llano.
Veinte años más tarde, el censo de vecinos de A Coruña muestra que de dar lustre a la casa del número 36 de la Calle Real, ocupada por este empresario, la esposa, dos hijos y el cajero de la empresa, también se encargaban tres doncellas, una criada −Isabel Zendal, futura rectora de la Casa de Expósitos, en 1800; futura enfermera de la Expedición de la Vacuna, desde 1803−, un esclavo y una esclava.
"Negrito, de 13 años, por bautizar y nacido en Congo"
Hijosa había adquirido el esclavo en agosto de 1793 "para si, su muger, hijos y erederos por quantia de 3.600 reale"» . El vendedor fue Luis Corniu de Liverniere, un pasajero del bergantín Hiderbaly, de paso por A Coruña. En la escritura notarial, el esclavo, con pasaporte expedido en New Orleans, es descrito como "negrito, de 13 años, por bautizar y nacido en Congo; negro fino, ojos ydem, nariz chata, una cicatriz sobre el ojo izquierdo, orejas abujereadas con sus cerquillos en ellas de plata, pelo crespo y talla de una braza, dos tercias y quatro lineas; sano y rrobusto, sin enfermedad conocida ni dolor de corazon; que no es borracho ni fugitivo ni tiene otro mal vicio".
En el documento, el vendedor manifiesta que los 3.600 reales en los que vendió el esclavo "es su legitimo precio en la actualidad, mediante la allarse todavía bozal, sin civilizar y instruir en la Doctrina Christiana y en los misterios de nuestra Santa Fe Catholica, y por lo mismo mas no vale".
Por su parte, Jerónimo Hijosa "ofrece mantenerlo, vestirlo y calzarlo, educarlo y instruirlo en la Doctrina Christiana y en los misterios de nuestra relixion". En enero de 1802 −un año antes de su muerte−, Jerónimo Hijosa vendió a Antonio Silbestre Parraguirre, oficial de Correos Terrestres en la ciudad, una esclava negra con el nombre de Ana, de entre 32 y 33 años, por 4.000 reales.
Hijosa, por cierto, se negó a pagar la deuda relacionada con un seguro de sus naves San José y Nuestra Señora del Carmen que tres años atrás conducían un posible cargamento de esclavos negros hasta Cuba, con origen en África. Aquel barco negrero, comandado por José Briñas, fue apresado poco después de salir del Senegal, es probable que por corsarios ingleses.
El pasado escravista de A Coruña | Público (publico.es)