El 17 de noviembre, el partido gobernante Pastef-Les Patriotes obtuvo una aplastante victoria en las elecciones legislativas senegalesas. Con cerca del 80% de los votos y 130 de los 165 elegidos, completó su ascenso en la escena política senegalesa, desde las elecciones locales de enero de 2022 hasta las presidenciales de marzo. Desde la represión estatal de sus cuadros y militantes hasta la exclusión de su líder, Ousmane Sonko, pasando por la contienda presidencial tras dos condenas judiciales, el ascenso de Pastef no estuvo exento de escollos.
La victoria de Pastef era previsible. La magnitud de la victoria no lo era, pero tampoco el hundimiento de la «oposición» al nuevo gobierno, que resultó ser brutal. Si se mantienen los resultados provisionales, la coalición Takku Wallu (que reúne a parte del partido BBY del actual presidente Macky Sall con parte del partido PDS de Wade senior y junior) tendrá 15 diputados; la coalición Jamm ak Njarin del ex primer ministro Amadou Ba tendrá 7 diputados; Samm Sa Kaddu, la coalición liderada por el alcalde de Dakar Barthélémy Dias y varias otras figuras políticas menores, tendrá 3 diputados. Samm Sa Kaddu perderá también el departamento de Dakar, que siempre ha votado a la oposición desde 2009.
Las listas menores completarán la composición de la XVII legislatura. El partido Pastef también había decidido presentarse en solitario a estas elecciones. Esto se explica sin duda por el giro dado por Yewwi Askan Wi, la coalición que lideraba en las legislativas de 2022, que impidió al gobierno de entonces obtener la mayoría absoluta. En 2023, con los problemas judiciales de Sonko y la convocatoria de un diálogo nacional, Yewwi Askan Wi se había desmoronado, adoptando cada líder su propia estrategia, desmoronando la fuerza parlamentaria adquirida en 2022. Al decidir seguir adelante sin coalición, el objetivo era aclarar la fuerza política de cada partido, lo que sin duda demostraron los resultados.
Al adquirir una mayoría parlamentaria, se ha eliminado el último obstáculo a la política de cambio sistémico preconizada por Pastef desde hace diez años. El mandato está claro. En octubre, el gobierno expuso su visión política en un documento de programación política titulado «Senegal 2050». Se compromete a reducir la tasa de pobreza del 37,5% en 2024 al 10% en 2050 y a garantizar la equidad territorial aumentando la contribución de los centros económicos situados fuera de Dakar al producto interior bruto del 53% (2024) al 71%. El mapa económico del país se ha redefinido a través de ocho polos económicos basados en cadenas de valor (agropolis, polos industriales, polos químicos).
Por el momento, las prioridades son el empleo juvenil, una mejor distribución de los recursos económicos (Senegal ya ha producido 11 millones de barriles a través de la plataforma marítima de Sangomar, operativa desde junio), la lucha contra la corrupción y la recuperación de los activos malversados. Y, sobre todo, la derogación de la ley de amnistía del pasado mes de marzo, aprobada precipitadamente en el contexto de un deshielo político, y que extingue toda acción judicial contra los autores de «violencias e incidentes, ocurridos en Senegal y en el extranjero, de carácter político entre febrero de 2021 y febrero de 2024».
Cabe recordar que al menos 65 personas murieron en manifestaciones durante este periodo, al menos 1.000 personas resultaron heridas durante estas manifestaciones y al menos 1.500 personas fueron detenidas por el gobierno de turno por su activismo político, su participación en manifestaciones y sus llamamientos en las redes sociales a manifestarse. Senegal no puede permitirse esconder bajo la alfombra estas flagrantes violaciones de derechos humanos, a riesgo de que se repitan en el futuro. Debe hacerse justicia.
Durante la campaña, Ousmane Sonko habló de su compromiso con la justicia para las víctimas. La derogación de esta ley injuriosa sería un primer paso. El hecho de que Amy Dia, una de las candidatas del Pastef y figura emblemática de este periodo de represión (acusada de delitos de terrorismo, estuvo detenida de junio de 2022 a febrero de 2024) haya sido elegida, permite pensar que esta cuestión no quedará relegada a los márgenes de la agenda parlamentaria.
Más allá de las preocupaciones internas, se espera que el nuevo gobierno aborde cuestiones más regionales, como el franco CFA, su relación con Francia y las relaciones entre los países de la Alianza de Estados del Sahel (AES) y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO). Si bien los ataques al franco CFA ocuparon un lugar central en el discurso de Pastef en sus inicios y fueron un factor de atracción para el naciente partido, lo han sido mucho menos desde su elección. Es difícil, si no imposible, saber qué política piensa seguir el gobierno en relación con esta moneda, y si el enfoque preferido será regional o nacional.
En cuanto a las relaciones entre París y Dakar, la retórica ha sido apagada por ambas partes: Francia, consciente del cambio político, se dispone a reducir sustancialmente su presencia militar; Senegal guarda silencio a pesar del reciente arrebato de Ousmane Sonko culpando a Francia de estar detrás de un libro que traza la genealogía de la idea de autonomía en Casamance, región asolada por una rebelión de baja intensidad desde 1982.
En cuanto a la dinámica de África Occidental, Senegal ha nombrado un enviado especial para la región, encargado de favorecer la desescalada y, en hipótesis, el regreso de los tres países del SEA (Malí, Níger y Burkina Faso) a la CEDEAO. A finales de enero de 2025, habrá expirado el periodo provisional de un año, y es probable que la salida de los tres Estados se haya completado. El tiempo apremia a las autoridades senegalesas en este asunto, pero están lejos de precipitarse: las posturas diplomáticas son siempre inciertas, porque tomar posición es arriesgarse a cometer un error. Les corresponde a ellas decidirse y elegir un camino entre las dos partes, que parecen irreconciliables... Al fin y al cabo, ¿no ha recibido el gobierno un mandato claro para su política de ruptura?