Ocho prioridades para la Unión Africana en 2025, Crisis Group

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2/11/25
30 minutos de lectura
Política
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A medida que la Unión Africana se prepara para elegir un nuevo liderazgo, se enfrenta a varios retos prohibitivos en el ámbito de la paz y la seguridad. Este informe señala ocho ámbitos en los que la organización puede hacer un uso especialmente provechoso de su peso diplomático

¿Qué hay de nuevo? Los Jefes de Estado africanos se reúnen en su cumbre anual los días 15 y 16 de febrero, con varias guerras calientes asolando el continente mientras flaquean los mecanismos tradicionales de pacificación.

¿Por qué es importante? A falta de una intervención diplomática, los mortíferos conflictos de África son propensos a empeorar y a desbordar aún más las fronteras nacionales. Con Occidente y otras potencias exteriores mirando hacia dentro o distraídos, si los líderes africanos no asumen el papel de mediadores es muy posible que nadie lo haga.

¿Qué hay que hacer? En 2025, la Unión Africana debería apoyar la mediación en Sudán; trabajar para detener la confrontación multilateral en los Grandes Lagos; reforzar la seguridad somalí y mantener abiertos los canales en el Sahel central; ayudar a Camerún a organizar elecciones creíbles y a Sudán del Sur a capear la guerra de Sudán; y forjar un enfoque común sobre el impacto del cambio climático.

Panorama

Son tiempos revueltos en el continente africano. Por primera vez desde la posguerra fría de los años 90, la mayoría de sus regiones están convulsionadas por conflictos. Toda esta agitación se produce en un momento de desorden mundial. Incluso antes de que el electorado estadounidense reinstalara al presidente Donald Trump en la Casa Blanca, una combinación de factores, incluidos los vientos en contra económicos provocados por la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia y la pandemia del COVID-19, así como el deterioro de las instituciones multilaterales, estaban inhibiendo la acción colectiva para contener las amenazas a la seguridad. Ahora el sistema está en un aprieto aún mayor, ya que la nueva administración insinúa profundos recortes en la ayuda a organizaciones antaño fundamentales para la pacificación y juega con alterar las normas que prohíben las apropiaciones interestatales de tierras. Los recortes de la ayuda exterior estadounidense anunciados a finales de enero afectarán a millones de personas, muchas de ellas en África. Cuando los Jefes de Estado de la UA se reúnan para celebrar su cumbre anual los días 15 y 16 de febrero en este clima prohibitivo, deben enfrentarse a esta realidad: si los líderes y los Estados miembros de la UA no asumen una mayor responsabilidad en la prevención de conflictos en el continente, es muy posible que nadie lo haga.

Los retos de África en materia de paz y seguridad están en función de crisis superpuestas. Por un lado están los propios conflictos. Empecemos por el Cuerno de África, donde la guerra civil en Sudán amenaza con fragmentar el Estado, extendiéndose a un Sudán del Sur extremadamente débil y quizá también a Chad. Somalia se encuentra en una situación ligeramente mejor, ya que ha vencido otro plazo para la retirada progresiva de la misión de seguridad de la UA que, en diversas iteraciones, ha ayudado a Mogadiscio a combatir a los insurgentes de Al-Shabaab desde 2007. Etiopía, tradicionalmente el Estado ancla de la región, puede que esté más tranquila que en el punto álgido del conflicto de Tigray que asoló el norte del país entre 2020 y 2022, pero sigue luchando contra varias insurgencias, incluso en las populosas regiones de Oromia y Amhara.

Mirando hacia el oeste, en el Sahel central, las autoridades de transición han expulsado a las tropas francesas y estadounidenses que ayudaban a proporcionar seguridad y apoyo de inteligencia en la zona y se han retirado de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental. Ahora recurren a la empresa de seguridad rusa Africa Corps (antes parte de Wagner Group) para que les ayude a combatir a los yihadistas que arrasan la región. Estos militantes siguen ganando terreno, pero las autoridades centrales del Sahel consideran que los nuevos acuerdos respetan su soberanía como no lo hacía Francia, la antigua potencia colonial.

En el centro del continente, el conflicto anglófono de Camerún, a menudo olvidado, entra en su octavo año sin una solución política a la vista, mientras que los combates entre Ruanda y la República Democrática del Congo (RDC) se vuelven más peligrosos cada día que pasa: el primero respalda a los rebeldes del 23 de Marzo (M23), que tomaron Goma, la mayor ciudad de la provincia de Kivu Norte de la RDC, el 27 de enero. Los rebeldes intentan también tomar la capital de la vecina Kivu del Sur, Bukavu, aunque el alto el fuego unilateral que anunciaron el 4 de febrero ha detenido por ahora su ofensiva. El riesgo de que esta guerra se convierta en una confrontación multinacional en los Grandes Lagos que recuerde los horrores de la década de 1990 es alto.

Por último, en el sur de África: en octubre estalló la agitación postelectoral en Mozambique, después de que la oposición denunciara que los comicios habían sido amañados. La dura reacción policial se saldó con centenares de manifestantes muertos y la inestabilidad paralizó la actividad económica durante meses. La insurgencia en la provincia septentrional de Cabo Delgado continúa, aunque con una intensidad bastante baja.

Si la crisis de los conflictos en África está alcanzando proporciones geográficas que no había visto en décadas, se ve agravada por otra crisis de pacificación.

Pero si la crisis de los conflictos en África está alcanzando proporciones geográficas que no se habían visto en décadas, se ve agravada por otra crisis del establecimiento de la paz, tanto en todo el mundo como en África en particular. Como ha escrito Crisis Group en otras ocasiones, la implicación de multitud de potencias externas que respaldan a bandos rivales en los conflictos, sobre todo en Sudán, agudiza los retos a los que se enfrentan los mediadores. El aventurerismo parece tener escasas consecuencias. Por ejemplo, ninguna figura importante ha rendido cuentas por la guerra de Tigray, en Etiopía, a pesar de que fue una de las más sangrientas que África ha visto en años. Además, la disfunción de las instituciones multilaterales, en particular el Consejo de Seguridad de la ONU, que es rehén de la rivalidad entre las grandes potencias, significa que la ONU es en gran medida un espectador en medio de todo el tumulto.

Con la proliferación de conflictos y el fracaso de los mecanismos tradicionales de pacificación, la UA necesita y tiene la oportunidad de mejorar su actuación. Los puntos débiles de la organización son bien conocidos: financiación insuficiente, disputas en el seno de la Comisión de la UA y pugnas por el liderazgo entre la UA y sus bloques regionales merman su capacidad de intervención. Sin embargo, también tiene algunos puntos fuertes muy arraigados. Quizá el más importante sea que su legitimidad no se cuestiona. De hecho, muchos africanos aprecian su historia como vehículo de expresión de ideales panafricanos. También tiene peso diplomático. En los últimos años, la UA ha conseguido reunir a los Estados en torno a objetivos comunes, como un histórico acuerdo comercial intraafricano (aunque su seguimiento ha sido desigual). Ha dado una respuesta colectiva muy elogiada a la pandemia del virus COVID-19. Además, ha conseguido una importante victoria diplomática al convertirse en miembro de la Unión Africana. Además, consiguió una importante victoria diplomática al convertirse en miembro del G20 en 2023, lo que le permitirá trabajar con el presidente de 2025, Sudáfrica (miembro del G20 por derecho propio), para promover los objetivos continentales en este grupo de las economías más influyentes del mundo.

Una visión positiva, aunque optimista, de la UA como pacificadora la vería aprovechar estos puntos fuertes para asentarse en un papel que está especialmente preparado para desempeñar en un continente cuya población es cada vez más escéptica respecto a los forasteros. De hecho, durante un tiempo, a principios de la década de 2000, tras una oleada de reformas impulsadas por líderes progresistas de Estados miembros clave como Sudáfrica, Nigeria y Etiopía, la UA parecía estar a la altura de su mandato, participando en una pacificación asertiva y fomentando una mejor gobernanza entre los Estados miembros. Ese impulso se ha perdido en los últimos años, y la UA necesita volver a lo básico. En particular, tiene que adherirse a las palabras de su propia acta constitutiva, que sitúa la promoción de la coexistencia pacífica entre los Estados miembros en el centro de la misión de la UA.

La UA debe prestar su peso diplomático a los esfuerzos de pacificación.

En la práctica, la UA debería prestar su peso diplomático a los esfuerzos de pacificación, ya sea forjando posiciones regionales comunes en un punto conflictivo, desplazándose entre las partes para crear oportunidades o tomando la iniciativa en la mediación. Debería extraer lecciones de su ponderosa e inexcusablemente confusa respuesta al estallido de la guerra en Sudán e intentar ser más ágil cuando estalle el conflicto, estableciendo opciones para la desescalada y manteniendo el compromiso en la búsqueda de la resolución. Tiene, sobre todo, la responsabilidad de mostrar la profunda preocupación de África por sus crisis y llevar este mensaje a todos los foros mundiales en los que se hable de seguridad.

Por supuesto, su capacidad para una diplomacia eficaz dependerá de su liderazgo. La cumbre de los días 15 y 16 de febrero será objeto de gran atención, en parte porque dará paso a los nuevos líderes de la organización. El Presidente Moussa Faki Mahamat deja el cargo tras dos mandatos de cuatro años; tres hombres de África Oriental compiten por sucederle. En la UA hay esperanzas de que el nuevo Presidente aporte nueva energía y firmeza al cargo, inyectando vigor a la labor de la organización en un momento crucial. Ante la escalada de guerras y conflictos prolongados, quizá no sea justo esperar que los dirigentes de la UA hagan milagros, pero asegurarse de que la organización aprovecha todas sus ventajas es cada vez más importante, especialmente en un momento en el que todo apunta a que aumentará el desinterés estadounidense y la distracción europea.

Ocho prioridades para la UA en el próximo año son las siguientes:

1. La Unión Africana. Renovar el liderazgo de la UA en materia de paz y seguridad
2.- Apoyar el proceso de paz en Oriente Próximo. Apoyar los esfuerzos de mediación en Sudán
3. Evitar una guerra regional en la región de los Grandes Lagos
4.- Apoyar los esfuerzos de mediación en Sudán
Apoyar los esfuerzos de mediación en Sudán. Lanzamiento de otra fuerza de la UA en Somalia
5. La Unión Africana. Buscar fórmulas para implicar al Sahel central
6.- La Unión Africana. Ayudar a Camerún a organizar unas elecciones dignas de crédito
7. La región del Sahel central. Evitar el hundimiento de Sudán del Sur
8. Adoptar una posición sobre seguridad climática.

Esta lista no es en absoluto exhaustiva. Otros conflictos siguen asolando el continente. En Etiopía, como se ha señalado, el ejército libra batallas con los insurgentes amhara y oromo, y las relaciones con Eritrea están envenenadas. La República Centroafricana sigue acosada por la violencia intercomunitaria, los enfrentamientos por los recursos y la inestabilidad en el mando. Libia sigue dividida y sin perspectivas reales de elecciones. Mozambique, como se ha señalado, se enfrenta a una crisis política y de seguridad. También podrían surgir nuevos focos de tensión en los próximos meses, que pondrían a prueba a la UA y a sus nuevos dirigentes. En resumen, los dirigentes africanos no tienen más remedio que asumir una mayor responsabilidad en la resolución de los numerosos conflictos que asolan el continente. En un entorno geopolítico fracturado y cargado de tensión, los Estados miembros de la UA deberían hacer comprender a los nuevos dirigentes de la institución que un enfoque complaciente y de no intervención es un lujo que la UA no puede permitirse.

1. Renovar el liderazgo de la UA en materia de paz y seguridad

Las próximas elecciones a la presidencia de la UA llegan en un momento crucial para la organización, que se enfrenta a conflictos en todos los rincones del continente. El 15 de febrero, los Jefes de Estado africanos elegirán al Presidente de la Comisión de la UA que sustituirá a Moussa Faki Mahamat, que dejará el cargo tras dos mandatos. También elegirán a un Vicepresidente y cubrirán otros seis puestos críticos. De estos cargos, el de Presidente es el más vigilado, dada su gran visibilidad, aunque el poder real conferido al cargo sea limitado. Los Estados miembros toman todas las decisiones importantes en nombre de la institución. Pero la presidencia es una importante plataforma que la persona que la ocupa puede utilizar para exponer su visión, sugerir una dirección a la organización y a los Estados miembros, y ayudar a formular e impulsar respuestas colectivas a las crisis de paz y seguridad del continente. El principal mandato del Presidente es dar peso diplomático a los esfuerzos de pacificación allí donde más se necesitan en África. No le faltará trabajo.

El presidente saliente, Faki, que asumió el cargo en 2017, es considerado por muchos como una persona con un historial desigual. Se le atribuye la renovación de las asociaciones de la organización con la ONU y la Unión Europea.1 También dirigió el acuerdo de la Zona de Libre Comercio Continental Africana, un acuerdo pionero de 2018 que pretende reducir los obstáculos normativos al comercio continental. Sin embargo, el segundo mandato de Faki no estuvo exento de polémica. Por ejemplo, apoyó la decisión de los Estados miembros de no suspender a su país de origen, Chad, tras el cambio inconstitucional de gobierno de abril de 2021, socavando así un principio básico de la UA, recogido en la Declaración de Lomé de 2000, según el cual la UA debe suspender a los Estados tras un golpe de Estado y levantar la sanción sólo después de que hayan celebrado elecciones y vuelto a un gobierno civil.2

El legado más perdurable [de Moussa Faki Mahamat] será probablemente su caótica gestión de la respuesta de la UA a la guerra civil sudanesa.

Pero el legado más perdurable de Faki será probablemente su caótica gestión de la respuesta de la UA a la guerra civil sudanesa que estalló en abril de 2023. Con Estados Unidos distraído por el conflicto de Ucrania y otros actores externos (por ejemplo, las potencias árabes del Golfo) al parecer alineados detrás de uno u otro de los dos bandos principales en Sudán, se necesitaba desesperadamente un liderazgo africano fuerte. Sin embargo, cuando el bloque regional del Cuerno de África, la Organización Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD), fracasó en su intento de mediación, Faki fue incapaz de dar la voz de alarma sobre la gravedad de la crisis y reunir una respuesta eficaz de la UA.3

Hay tres candidatos para sustituir a Faki en la presidencia. De acuerdo con el sistema de rotación regional adoptado en marzo de 2024, los tres proceden de África Oriental.4 Se trata del ex primer ministro de Kenia, Raila Odinga; el ministro de Asuntos Exteriores de Yibuti, Mahmoud Ali Youssouf; y el ex ministro de Finanzas de Madagascar, Richard Randriamandrato. Odinga y Youssouf se consideran los principales candidatos y ambos han organizado enérgicas campañas. Odinga sostiene que es el mejor situado para aportar a la UA una mayor influencia política, debido a su gran reconocimiento y a la estatura de Kenia como gran potencia africana. Afirma que sería el más capacitado para atraer la atención de los jefes de Estado en sus intentos de mediación. Youssouf ofrece un perfil opuesto, y sus partidarios defienden que añadirá capacidad de gestión a una comisión criticada constantemente por los Estados miembros por esclerótica e ineficaz. Youssouf es un gran conocedor de las instituciones de la UA.

Quien se imponga tendrá mucho trabajo por delante. Los obstáculos para ser un presidente eficaz son muchos. A diferencia de la Unión Europea, cuyos Estados miembros han otorgado ciertos poderes a una Comisión supranacional, la UA es una organización intergubernamental cuyos miembros no le han concedido ningún grado de soberanía. El poder real reside en los Estados miembros y, aunque goza de prestigio, el presidente tiene poca o ninguna capacidad para dirigir sus acciones. Aun así, un presidente eficaz puede aprovechar la legitimidad única de la UA entre los africanos para centrar la atención diplomática en las peores crisis de paz y seguridad del continente, una distinción por la que ahora compiten la catástrofe humanitaria de Sudán y el conflicto potencialmente explosivo del este de la RDC. Trabajar para apagar esos fuegos debería ser la principal prioridad de la nueva presidencia.

Otra cuestión clave con la que tendrá que lidiar el nuevo presidente está relacionada con el papel de la organización en la promoción de la buena gobernanza de acuerdo con los principios de Lomé. En la actualidad, la UA ha suspendido a Malí, Burkina Faso, Níger, Guinea, Gabón y Sudán después de que los militares se hicieran con el poder en estos países. Normalmente, la UA levanta una suspensión cuando un Estado miembro errante vuelve al gobierno constitucional tras unas elecciones democráticas. Este planteamiento pareció funcionar bien a principios de la década de 2000, cuando varios regímenes militares devolvieron las riendas a los civiles. Pero hoy en día, las perspectivas de que se produzcan estos cambios son mucho menores. En una nueva era global de impunidad, parece que hay pocas probabilidades de que los golpes de Estado más recientes, en particular los del Sahel central, se reviertan a corto plazo.5 De los regímenes de los países suspendidos, sólo la junta de Gabón ha mostrado interés en trabajar para restablecer las relaciones con la UA;

Cada vez nos damos más cuenta de que es importante mantener abiertas las líneas de comunicación con los regímenes militares.

La UA se enfrenta así a un dilema considerable. No hay perspectivas de que la organización revise la Declaración de Lomé, dada su importancia a la hora de subrayar la necesidad de consolidar la democracia en el continente. Al mismo tiempo, los líderes de dos importantes democracias de África Occidental, Ghana y Senegal, se han dado cuenta cada vez más de la importancia de mantener abiertas las líneas de comunicación con los regímenes militares. La sección 5 ofrece una sugerencia sobre cómo la UA puede ayudar en este sentido, manteniendo su compromiso de promover los principios democráticos.

Por último, una tarea fundamental del presidente entrante será aprovechar la estatura de la UA como institución que habla en nombre del continente. Cuando represente a la UA en las reuniones del foro económico del Grupo de los Veinte (G20), deberá intentar presentar las opiniones de los países africanos en los debates mundiales. Debe animar a los Estados miembros de la UA a acelerar la adopción de posiciones comunes sobre cuestiones en las que estén de acuerdo, como la negociación de la financiación para el clima y la presión para la reforma de las instituciones financieras internacionales. La UA ha elaborado un borrador de posición común sobre clima, paz y seguridad para que los miembros del Consejo de Paz y Seguridad (CPS) lo debatan en 2025. El presidente de la UA debería impulsar su adopción.6

Los Estados miembros de la UE tienden a esperar más de la Comisión de lo que ésta puede ofrecer, pero ello no es motivo para que el nuevo presidente renuncie a una agenda ambiciosa. A medida que se intensifica la competencia en el continente por la influencia y el acceso a los minerales y los hidrocarburos, sobre todo en la actualidad en la RDC, pero también en la República Centroafricana, Malí y Zimbabue, y que la rivalidad entre las grandes potencias da nueva forma a las instituciones destinadas a garantizar la cooperación mundial, es el momento adecuado para un presidente que promueva la unidad continental a la hora de abordar los problemas comunes y amplifique la voz de África en un mundo cada vez más polarizado.

2. Apoyar los esfuerzos de mediación en Sudán

El Estado sudanés está al borde del colapso. En abril de 2023, una disputa entre el ejército sudanés, dirigido por el general Abdel Fattah al-Burhan, y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés), dirigidas por Mohamed Hamdan Dagalo "Hemedti", sobre la fusión de las segundas en las primeras, desembocó en una guerra abierta. Los combates estallaron primero en la capital, Jartum, y se extendieron rápidamente por gran parte del país. Con apoyos externos que ayudan a sostener a ambos beligerantes -Emiratos Árabes Unidos es el principal apoyo de las RSF, mientras que Egipto lo es del ejército-, los dos bandos creen que pueden ganar más en el campo de batalla que en la mesa de negociaciones de paz. Por ello, los esfuerzos de mediación se han visto dificultados. Aunque hay límites a lo que la UA puede hacer para poner fin al conflicto, podría hacer más para llamar la atención internacional sobre la crisis, presionar a las partes beligerantes para que lleven a cabo una mediación seria y apoyar los debates entre los grupos civiles sudaneses sobre un camino político a seguir.

Los costes de la guerra civil de Sudán son difíciles de exagerar. Ha creado la peor crisis humanitaria del mundo. Más de 3,2 millones de personas han huido a países vecinos como Egipto, Chad, Sudán del Sur y Etiopía.7 Se calcula que 12 millones de sudaneses están desplazados y 26 millones se enfrentan a una grave escasez de alimentos. Los confusos recortes de la ayuda exterior de la administración Trump, aunque incluyen excepciones para la ayuda humanitaria que salva vidas, podrían dejar aún más sudaneses hambrientos.8 Todas las partes beligerantes han sometido a mujeres y niñas a violencia sexual a gran escala;

Los actores internacionales han tenido dificultades para responder al conflicto. Los esfuerzos por convocar conversaciones cara a cara entre Burhan y Hemedti o sus altos representantes se han quedado en nada. Las iniciativas más destacadas hasta la fecha han incluido dos rondas de conversaciones en Jeddah, Arabia Saudí, con la mediación del reino y Estados Unidos (mayo y octubre de 2023); conversaciones en Manama, Bahréin, organizadas por Egipto y Emiratos Árabes Unidos (enero de 2024); y negociaciones dirigidas por Estados Unidos en Ginebra (agosto de 2024). En las últimas semanas, Türkiye ha intentado iniciar conversaciones directas entre el ejército sudanés y los partidarios emiratíes de la RSF, pero es demasiado pronto para evaluar si ese esfuerzo dará sus frutos.9

Detrás de esta pésima trayectoria está la falta de motivación de ambas partes.10 El apoyo exterior ha respaldado a los dos principales beligerantes, impidiendo que ninguno de los dos diera un golpe de gracia a su enemigo y permitiendo que ambos siguieran luchando. Las Fuerzas Republicanas de Liberación (RSF), que tuvieron el impulso durante gran parte del conflicto, controlan la mayor parte de la zona occidental del país y recientemente se han desplazado a nuevas zonas del sur, a lo largo de las fronteras con Sudán del Sur y Etiopía. El ejército, que se considera soberano del país, es más fuerte en el norte y el este. En los dos últimos meses, el péndulo parece haberse inclinado a su favor, empezando por la toma de Wad Medani, importante ciudad del estado de Gezira, con la ayuda, al parecer, de aviones no tripulados suministrados por Irán. El 24 de enero, el ejército irrumpió en Bahri, al norte de Jartum, poniendo fin al asedio del cuartel general del ejército durante meses por parte de la RSF. Fue una gran inyección de moral para las fuerzas armadas y un duro golpe para la RSF, cuyas unidades se retiraron sin luchar mucho, al igual que en Wad Medani. Sin embargo, aunque el ejército consiga mantener a la RSF fuera de la capital, la guerra civil parece que va a continuar, especialmente en Darfur. El impulso podría cambiar de nuevo;

El ejército [sudanés] no hablará con la RSF ... y rechaza la inclusión de los EAU ... en las conversaciones de paz.

Más allá de la sensación de cada parte de que puede hacerlo mejor en el campo de batalla que en la mesa de paz, existen otros retos para los esfuerzos de pacificación. El ejército no quiere hablar con la RSF, a la que califica de grupo terrorista, y rechaza la inclusión en las conversaciones de paz de los EAU, a los que considera (correctamente) el principal apoyo de la RSF. Los islamistas asociados al derrocado gobernante autoritario Omar al-Bashir han unido sus fuerzas al ejército para intentar volver al poder, lo que ha alarmado a numerosos gobiernos africanos, árabes y occidentales, así como a muchos sudaneses. Las alianzas que el ejército ha establecido con antiguos grupos rebeldes fuera del centro ribereño del país complican el panorama. También lo hacen las cuestiones sobre cómo incorporar las opiniones de los líderes civiles y las comunidades locales. Con informes creíbles de que ambos bandos han cometido atrocidades, y ambos deseando desempeñar un papel en la gobernanza de posguerra, es difícil imaginar un acuerdo que sea aceptado por las personas que han sufrido sus abusos.

En estas difíciles circunstancias, es comprensible que la UA se haya esforzado por influir en el curso de los acontecimientos, aunque las disputas internas entre funcionarios sobre quién debe liderar el expediente no han ayudado mucho. Una hoja de ruta para la mediación y la ayuda humanitaria que la UA elaboró en mayo de 2023 -justo después de que comenzara la guerra- quedó rápidamente obsoleta.11 Un grupo de alto nivel creado en enero de 2024 ha fracasado hasta ahora porque carece de peso político para competir con las demás iniciativas de mediación.12 Pero la UA tiene un poder de persuasión moral que ha sido demasiado reticente a utilizar. Aunque los líderes africanos suelen ignorar las críticas procedentes del exterior, dudan más a la hora de rechazar a sus homólogos. La diplomacia de megáfono de los dirigentes de la UA -que sigue gozando de un amplio apoyo popular en todo el continente- podría haber ejercido una presión considerable sobre los beligerantes.

La próxima elección de un nuevo presidente de la Comisión de la UA es una oportunidad para restablecer la situación. El nuevo presidente podría poner todo su empeño en condenar el derramamiento de sangre sin sentido e instar a las partes a sentarse a la mesa de negociaciones. Para crear un efecto de arrastre, podría convocar una cumbre extraordinaria de jefes de Estado de la UA para encontrar nuevas formas de fomentar y apoyar activamente las conversaciones entre las partes beligerantes.13 El presidente también debería buscar oportunidades para la participación de la UA en los esfuerzos de negociación más prometedores de las potencias no africanas;

Paralelamente, el grupo de alto nivel de la UA, apoyado por el presidente, debería seguir intentando sentar a la mesa a los actores políticos y de la sociedad civil sudaneses, con la esperanza de que el diálogo pueda crear el andamiaje de una vía viable para debatir las opciones de una administración civil provisional una vez que los mediadores logren un alto el fuego. El veterano diplomático de la UA Mohammed Ibn Chambas -nombrado para dirigir el grupo en enero de 2024- debería coordinar estos esfuerzos para impulsar la vía civil, quizás trabajando con Egipto, que hizo su propio esfuerzo por reunir a los políticos civiles en julio de 2024. Dadas las tensiones entre los diversos grupos civiles sudaneses, será importante que Chambas y su equipo se mantengan minuciosamente neutrales mientras trabajan para plantar las semillas de un Sudán de posguerra.

3. Evitar una guerra regional en los Grandes Lagos

El conflicto en el este de la RDC se agravó dramáticamente el 27 de enero. Los rebeldes del M23, ayudados por las fuerzas, el material y la artillería ruandeses, entraron en Goma, la mayor ciudad del este del país, derrotando al ejército congoleño y a sus aliados. Desde entonces, el M23 no ha dejado de avanzar hacia Bukavu, capital de la vecina provincia de Kivu del Sur, aunque el 4 de febrero anunció un alto el fuego unilateral, deteniendo por ahora esa carga. La situación humanitaria es calamitosa, con cientos de miles de personas en campos de desplazados obligados a huir una vez más. La artillería utilizada por ambos bandos ha causado un elevado número de víctimas civiles. Los esfuerzos diplomáticos para resolver el conflicto son desastrosos, y los líderes africanos compiten por asumir el liderazgo. Los jefes de Estado implicados en el conflicto deberían moderar urgentemente sus declaraciones belicosas, que corren el riesgo de desencadenar una guerra mayor. Otros vecinos pueden poner de su parte presionando a favor de un alto el fuego negociado y un proceso de mediación único para explorar opciones de desescalada y resolución en una próxima cumbre conjunta de los bloques regionales de África Oriental y Austral.

La caída de Goma, unida a la negativa de Kigali y Kinshasa a mostrarse mutuamente flexibles para posibilitar las conversaciones, podría desencadenar una conflagración que recordaría a la de finales de los 90 y principios de los 2000, cuando ejércitos de toda África central y meridional se enzarzaron en prolongados combates en el este de la RDC. El riesgo es especialmente grave si se tiene en cuenta el número de actores externos implicados. Cuando el M23 y las fuerzas ruandesas avanzaron hacia Goma, se enfrentaron a tropas sudafricanas, malauíes, tanzanas y burundesas a las que Kinshasa había invitado a combatir a los rebeldes. También se encontraron con miembros de una de las mayores misiones de mantenimiento de la paz de la ONU. Todas las fuerzas sufrieron bajas, lo que generó una considerable animosidad.

El M23, casi inactivo desde su última gran incursión en el este de la RDC en 2012, resurgió de repente en noviembre de 2021. Se adentraron en la provincia de Kivu Norte, haciendo retroceder una y otra vez a los soldados congoleños, mal equipados y desmotivados, así como al variopinto grupo de auxiliares que luchaban a su lado. Tras la ruptura de las conversaciones de paz a mediados de diciembre de 2024, el M23 lanzó una gran ofensiva capturando varias ciudades clave, como Masisi y Minova, que culminó con la toma de Goma el 27 de enero.

Incluso antes de su incursión en Goma, el M23 y los ruandeses se habían atrincherado en las zonas conquistadas de Kivu del Norte.

Ambos bandos han subido la apuesta desde la caída de Goma. El 29 de enero, el Presidente congoleño, Félix Tshisekedi, prometió una "respuesta enérgica y coordinada" a la agresión de Kigali y llamó a sus ciudadanos a movilizarse.14 Al día siguiente, el jefe político del M23 declaró la intención del grupo de "marchar sobre Kinshasa".15 Incluso antes de su incursión en Goma, el M23 y los ruandeses se habían atrincherado en las zonas conquistadas de Kivu Norte, sustituyendo a los líderes locales y haciéndose con el control de los yacimientos más ricos de coltán y oro.16 La retórica hostil en las redes sociales ha alcanzado su punto álgido, implicando tanto a ciudadanos congoleños como ruandeses.

Los esfuerzos de mediación de los últimos años han tenido dificultades para influir en las partes. En 2022, los jefes de Estado de la UA pidieron al presidente João Lourenço que sentara a la mesa de negociaciones al presidente ruandés Paul Kagame y a Tshisekedi. Conocido como proceso de Luanda, esta vía condujo a un alto el fuego en julio de 2024 y, posteriormente, a un entendimiento que comprometía a Kigali a retirar sus tropas del este. Por su parte, Kinshasa se comprometió a "neutralizar" a las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (conocidas comúnmente como FDLR, por sus siglas en francés), un grupo anti-Kigali formado por restos de las tropas que cometieron el genocidio de 1994. Sin embargo, estos compromisos a nivel de trabajo quedaron en nada cuando llegaron a los despachos de los presidentes, y la cumbre prevista para el 15 de diciembre de 2o24 en Angola se vino abajo cuando Kagame se retiró en el último minuto, a lo que siguió un intercambio de declaraciones ya conocido.17

El fracaso de la cumbre de diciembre, que puede haber preparado el terreno para la última ronda de enfrentamientos, no es ninguna sorpresa, dados el profundo agravio y la desconfianza mutuos. Kinshasa no cree las afirmaciones de Ruanda de que las FDLR amenazan seriamente su seguridad, sino que las utiliza como pretexto para ocupar el este de la RDC.18 El presidente Tshisekedi también se niega a sentarse con los rebeldes, y describe al M23 como un apoderado de Ruanda, aunque es una incógnita si podrá mantener esta postura con el M23 en el control de facto de los Kivus.

Por su parte, Kigali no ha hecho ningún movimiento para retirarse del este. Al contrario, ha desplegado miles de soldados, ha apoyado el ataque a Goma y ha implantado nuevas administraciones en las zonas que controla. Sigue insistiendo en que la paz sólo puede llegar a través de negociaciones entre Kinshasa y el M23, argumentando que la insurgencia es un problema puramente interno y no regional.19 Sin embargo, las numerosas pruebas de que Kigali ha desplegado tropas para respaldar al M23 socavan esta afirmación.20

El conflicto [en la RDC] ha dividido enormemente al continente.

El conflicto ha provocado grandes divisiones en todo el continente, lo que hace que el reto de los mediadores sea mucho mayor, y las diferencias se han acentuado aún más tras la caída de Goma. Desde que estallaron los combates en 2021, algunos líderes y altos funcionarios africanos se han mostrado comprensivos con las preocupaciones de seguridad declaradas por Ruanda, mientras que otros comparten la frustración de Kinshasa por el comportamiento de Kigali y temen que el uso de la fuerza por parte de Ruanda -posiblemente con el objetivo de redibujar las fronteras- siente un peligroso precedente, violando el compromiso de la UA de respetar las fronteras de la época colonial.21

En términos generales, las lealtades siguen líneas geográficas. Los países del sur de África se han alineado con Kinshasa, mientras que la Comunidad del África Oriental (CAO), a excepción de Burundi, favorece a Kigali. Una de las razones de esta división geográfica es el historial de despliegues militares en el este de la RDC. Mediante una combinación de presión y negociación (pero sin combates significativos), el contingente de la CAO enviado en 2022 alejó al M23 de las principales ciudades, pero Kinshasa quería que las fuerzas de África Oriental se enfrentaran militarmente a los rebeldes. La misión terminó en un clima de acritud después de que Tshisekedi exigiera que se marcharan, para ser sustituidas por una fuerza sudafricana con tropas de Sudáfrica, Malawi y Tanzania y un despliegue bilateral de Burundi. Este último país desplegó miles de tropas en Kivu del Norte y Kivu del Sur, sufriendo considerables pérdidas, lo que avivó las tensiones en el país. Dado que Burundi es un aliado clave de Kinshasa, algunos diplomáticos africanos temen ahora que Kigali y sus aliados intenten derrocar a su gobierno. Para completar el panorama, el influyente hijo del presidente ugandés Yoweri Museveni ha acogido abiertamente los avances del M23, y Kampala respalda materialmente a los rebeldes, aunque de forma discreta.22

La caída de Goma ha desencadenado tanto nuevas rencillas como una nueva diplomacia. El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, acusó al ejército ruandés, junto con el M23, de ser responsable de la muerte de trece soldados sudafricanos (el número de víctimas ha aumentado desde entonces a catorce), lo que provocó una furiosa reacción de Kagame.23 Pero los líderes de la Comunidad para el Desarrollo del África Austral (SADC) -el homólogo regional del sur de la CAO- pidieron un alto el fuego inmediato e instaron a todos los Estados y grupos armados a volver a las conversaciones. La CAO también lo hizo. En cumbres separadas celebradas los días 29 y 31 de enero, los líderes de ambos bloques pidieron una cumbre conjunta de la CAO y la SADC para trazar el camino a seguir, aunque sigue habiendo rencores (por la polémica entre Ramaphosa y Kagame) y profundas fisuras. La reunión está prevista para el 8 de febrero.

El CPS se ha cuidado de no tomar partido en el conflicto [en la RDC], dadas las desavenencias regionales.

Por su parte, la UA convocó una reunión del Consejo de Paz y Seguridad el 29 de enero. Los ministros del CPS decidieron seguir respaldando los esfuerzos de Lourenço e instaron de nuevo a los dirigentes ruandeses y congoleños a negociar.24 Angola asumirá la presidencia rotatoria de la UA el 15 de febrero, aunque no está claro si desea seguir liderando el dossier del Congo. El CPS se ha cuidado de no tomar partido en el conflicto, dadas las desavenencias regionales. En su reunión, el CPS pidió a todos los actores externos que apoyan al M23 que se retiren del este de la RDC, sin nombrar a Ruanda;

Dado lo que está en juego, es vital que los líderes africanos arreglen sus diferencias, o al menos moderen su retórica, y dediquen sus esfuerzos concertados a conseguir que las partes enfrentadas vuelvan a la mesa de negociaciones.Aunque es poco probable que presionen a Kigali en público, los líderes africanos deberían dejar claro al presidente Kagame que las acciones ruandesas en los Kivus violan claramente las normas de la UA que exigen el respeto de las fronteras soberanas, y deberían exigir a Kigali que haga planes para retirarse de Goma y otras ciudades. También deberían instar a Kinshasa a que suavice su postura sobre los protocolos diplomáticos y acepte dialogar con el M23 junto con esta presión, ya que, a pesar de que Kigali lleva la voz cantante, hay pocas otras opciones concebibles para una solución sostenible a largo plazo.

Las disputas públicas entre Ramaphosa y Kagame tras la caída de Goma han sido especialmente perjudiciales para los esfuerzos por trazar un camino pacífico, y los dos líderes deberían arreglar sus diferencias lo mejor y lo más rápido que puedan. Aun así, los ministros de Asuntos Exteriores de Sudáfrica y Ruanda hablaron de sus relaciones durante una llamada telefónica el 30 de enero. Podrían seguir explorando vías para desescalar la situación. Como primer paso, el M23 y sus aliados ruandeses deberían dar paso seguro a las tropas sudafricanas y de otros países atrapadas cerca de Goma, una medida que podría ayudar a rebajar la temperatura entre Pretoria y Kigali. Los rebeldes también deberían permitir la entrada de la tan necesaria ayuda humanitaria, un esfuerzo que debería coordinarse con las agencias de la ONU.

Por último, en cuanto a la cumbre conjunta de la CAO y la SADC, los líderes deberían instar a las partes beligerantes a acordar un alto el fuego negociado, así como una vía única para avanzar en las negociaciones entre Kigali y Kinshasa. Para dar impulso a estos esfuerzos, el nuevo presidente de la Comisión de la UA, que será elegido el 15 de febrero, y su equipo deberían dar su aprobación a los resultados de la cumbre, ofrecerse a acoger los debates cuando sea necesario y estar preparados con el apoyo diplomático y técnico de la UA para ayudar a evitar lo que podría estallar con demasiada facilidad en una guerra más devastadora.

4. Lanzamiento de otra fuerza de la UA en Somalia

La UA es una fuente clave de apoyo para el gobierno somalí en su labor de reforzar sus fuerzas de seguridad y luchar contra la insurgencia de Al-Shabaab. La misión militar de la UA, en marcha desde 2007, debía retirarse en diciembre de 2024, pero el presidente somalí, Hassan Sheikh Mohamud, pidió que se quedara. Mogadiscio no ha hecho suficientes progresos en la lucha contra Al-Shabaab para actuar por su cuenta. Una campaña a finales de 2022 que recuperó territorio en el centro de Somalia fracasó antes de poder dirigirse al sur, donde Al-Shabaab es más fuerte. Se vio obstaculizada por disputas políticas, tensiones entre clanes y un ejército somalí que todavía está en pleno desarrollo. La UA necesita encontrar los fondos necesarios para una fuerza renovada, ayudar al gobierno somalí a asegurar las contribuciones de tropas y dirigir al país hasta el punto en que las futuras misiones de la UA sean innecesarias.

La recién creada Misión de Apoyo y Estabilización de la UA en Somalia (AUSSOM) comenzó sus operaciones en enero. Su mandato es apoyar al ejército somalí en la lucha contra Al-Shabaab, proteger la infraestructura urbana, ayudar a facilitar la entrega de ayuda humanitaria y apoyar la construcción del Estado.25 A pesar de su nuevo nombre, AUSSOM es esencialmente una continuación de la anterior Misión de Transición Africana en Somalia (ATMIS) (2022-2024) y tomará el relevo de esta última durante un período de seis meses. Los casi 12 000 efectivos de la AUSSOM —cerca de la mitad de la fuerza máxima de la Misión Africana en Somalia (AMISOM) original (2007-2022)— se distribuirán en unas veinte bases en Somalia, frente a las aproximadamente 80 que había en 2022. La mayoría de estas bases están cerca de ciudades estratégicas o de lugares importantes como aeropuertos.

La idea que guía esta reconfiguración es que la misión mantenga los nodos críticos mientras libera a las tropas somalíes para perseguir a Al-Shabaab. Aun así, la UA también tendrá que desempeñar un papel de apoyo en las operaciones somalíes. A pesar de los importantes esfuerzos de numerosos instructores extranjeros, las fuerzas armadas de Somalia luchan por conseguir avances en el campo de batalla sin ayuda externa.

Mientras la UA se prepara para proporcionar este apoyo, tendrá que trabajar con Mogadiscio para abordar cuestiones clave. La primera es quién pagará la misión.26 En teoría, parte de la respuesta podría estar en Nueva York. En diciembre de 2024, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó provisionalmente la financiación de AUSSOM a través de un nuevo mecanismo que permite al Consejo cubrir hasta el 75 % de los costes de las operaciones de paz de la UA con las contribuciones prorrateadas de la ONU. 27 Pero el dinero no fluirá hasta julio y está condicionado a la aprobación final del Consejo, basada en una votación que se celebrará en mayo.28 La anterior administración estadounidense se abstuvo en la resolución de diciembre, adoptando la posición de que el nuevo mecanismo de financiación de la ONU debería utilizarse para misiones que sean principalmente ofensivas y de naturaleza limitada en el tiempo (AUSSOM no cumple ninguno de estos requisitos). Es casi seguro que la nueva administración del presidente Donald Trump adopte una visión aún más crítica de un acuerdo que puede presentar como costoso para los contribuyentes estadounidenses.29

La misión también tiene que encontrar suficientes tropas. La expectativa inicial era que los cinco contribuyentes de tropas de la ATMIS (Burundi, Yibuti, Etiopía, Kenia y Uganda) renovarían sus compromisos para minimizar las interrupciones. Ese plan se vio amenazado cuando pareció que una disputa entre Somalia y Etiopía (sobre los planes de esta última de asegurar un puerto en la separatista Somalilandia) podría impedir que Addis Abeba enviara soldados. La mediación turca ha subsanado esa brecha, pero aún habrá cambios: Burundi está dispuesto a abandonar la misión; es probable que Egipto proporcione un pequeño número de personal especializado; y aún no se han concretado los compromisos específicos de tropas y los importantes arreglos logísticos.30

Las tareas de la UA relacionadas con su trabajo en Somalia comienzan con la necesidad de asegurar una financiación adecuada.
En este contexto, las tareas de la UA relacionadas con su trabajo en Somalia comienzan con la necesidad de asegurar una financiación adecuada. Será una tarea difícil. Sin duda, tiene sentido tomar todas las medidas posibles para crear las mejores probabilidades de que la votación del Consejo de Seguridad en mayo sea un éxito. Entre ellas se incluyen el cumplimiento de los requisitos de la ONU en materia de supervisión y de cumplimiento de la legislación financiera e internacional; la elaboración de un cálculo claro de los costes de la misión; y la demostración de que la UA puede asumir la cuota del 25 % que será su carga (aunque puede solicitar ayuda a la ONU y a donantes bilaterales). Otro paso es trabajar estrechamente en la diplomacia relacionada con Somalia, que comenzó su mandato como miembro electo del Consejo de Seguridad en enero, así como con Argelia y Sierra Leona, que son los otros miembros africanos del Consejo. Tendrán que involucrar a funcionarios estadounidenses tanto en el Congreso como en Nueva York, donde la excongresista Elise Stefanik es casi segura de convertirse en la nueva representante permanente de Estados Unidos.

Sin embargo, dados los desafíos posiblemente insuperables de asegurar el apoyo de Washington en una era de recortes en EE. UU., la planificación de contingencias también será clave. Eso significa llegar a donantes tradicionales y no tradicionales para ver qué pueden proporcionar, desde la UE y el Reino Unido hasta nuevos prospectos como Turquía, los estados árabes del Golfo, Japón y China (algunos de los cuales, según se informa, ya han prometido pequeñas cantidades). También puede ser necesario considerar cómo sería una misión reducida en caso de que la financiación no alcance para mantener el alcance actual.31 Por su parte, los donantes deberían considerar los riesgos de seguridad que conllevaría una misión más pequeña, que daría a Al-Shabaab más margen de maniobra y ejercería una presión adicional sobre las fuerzas somalíes, que están desbordadas.

En segundo lugar, la UA debería trabajar para resolver las cuestiones pendientes relacionadas con las contribuciones de tropas. La UA y el gobierno somalí deben acordar urgentemente cuántos soldados se pedirá a cada país que aporte y dónde estarán destinados. Es probable que la mayoría ocupe posiciones similares a las que tenían como parte de la ATMIS, pero es probable que haya cambios en zonas como Middle Shabelle, Bay y Bakool. Estas cuestiones requieren atención si se quiere completar la reconfiguración de la misión para julio.

La UA, el gobierno somalí y sus socios tendrán que asegurarse de que la misión haga lo que los demás no pudieron hacer, retirándose por completo a tiempo para 2029.
Por último, la UA, el gobierno somalí y sus socios tendrán que asegurarse de que la misión haga lo que los demás no pudieron hacer, retirándose por completo a tiempo para 2029. Parte del desafío es que la estrategia de salida de la misión depende de que Somalia desarrolle la capacidad para asumir la plena responsabilidad de la seguridad, algo que está en gran medida fuera del control de la UA. Sin embargo, lo que AUSSOM puede hacer es diseñar sus operaciones teniendo en cuenta el desarrollo de capacidades, especialmente en áreas en las que las fuerzas armadas somalíes son deficientes, desde ciertas competencias de campo hasta el reabastecimiento logístico.

Abordar los múltiples desafíos de seguridad de Somalia también requerirá soluciones políticas, incluido el diálogo para superar la relación conflictiva entre el gobierno y los estados miembros de Somalia. Las tensiones recurrentes sobre el poder y el reparto de recursos socavan la cooperación en la lucha contra el enemigo común, Al-Shabaab, lo que dificulta la planificación y el mantenimiento de las operaciones. Si se dieran las circunstancias en las que un diálogo constructivo con Al-Shabaab pareciera posible, esta opción no debería excluirse, dada la dificultad de concebir una victoria militar total sobre la insurgencia atrincherada. Por lo tanto, si bien es importante proporcionar una manta de seguridad, la UA debería trabajar a través de la Comisión de la UA y el CPS para impulsar al gobierno hacia medidas que puedan avanzar en el objetivo de hacer de esta misión de la UA la última en Somalia.

5. Búsqueda de formas de implicar al Sahel central

La UA está luchando por encontrar un papel para sí misma en el Sahel central, que ha sido testigo de una serie de golpes de Estado en los últimos años: seis solo en los últimos tres.32 Los esfuerzos de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) para revertir la tendencia han fracasado. Después de que las fuerzas armadas de Níger derrocaran al presidente Mohamed Bazoum en julio de 2023, el bloque impuso duras sanciones y amenazó con intervenir militarmente, pero esta táctica no logró devolver al país al orden constitucional. En su lugar, Níger se unió a otros dos estados regionales liderados por militares, Burkina Faso y Mali, para formar la Alianza de Estados del Sahel (AES), que los miembros describieron como un «pacto defensivo». Desde entonces, los tres países han ampliado su alianza, a la que ahora se refieren como «confederación», anunciando una fuerza militar conjunta y una plataforma de comunicaciones, entre otras iniciativas.33 Los Estados de la AES parecen decididos a trazar su propio rumbo, pero la UA debería seguir explorando posibilidades para suavizar las relaciones de vecindad. Debería nombrar un enviado con poderes encargado de apoyar la mediación, manteniendo al mismo tiempo el diálogo entre la AES y la UA.

El bloque regional de África Occidental, la CEDEAO, que trabaja por una profunda integración económica y social entre los Estados miembros y que en los últimos años ha participado en la consolidación de la paz, se enfrenta a uno de sus mayores retos hasta la fecha. A principios de 2024, los tres miembros del AES anunciaron que se retirarían de la CEDEAO. El trío rechazó una propuesta de la CEDEAO de diciembre de 2024 para un período de transición de seis meses antes de que el bloque considerara su salida definitiva y todo parece dispuesto a irse. Con la reconciliación pareciendo improbable por ahora, la CEDEAO y el AES deberían centrarse en negociar un divorcio amistoso que amortigüe el impacto en las personas que tendrán que vivir con los efectos de la separación. Las prioridades deben incluir mantener abiertos los puertos marítimos y las carreteras hacia el Sahel central sin litoral y mantener la libre circulación entre los estados miembros de la CEDEAO y la AEA. Afortunadamente, cada parte ha prometido mantener abiertas las fronteras a los ciudadanos de los estados miembros de la otra parte, pero sigue siendo incierto cómo se desarrollarán estos asuntos en los próximos meses. Sería útil que se asumieran compromisos formales.

Mientras tanto, la situación de seguridad en la región es tensa. Los tres regímenes del SAD han roto la cooperación militar y política con Francia, que anteriormente era su principal socio externo, y con otros gobiernos occidentales. En su lugar, han buscado vínculos más estrechos con Rusia. Moscú apoya a Burkina Faso y Níger con asesores militares, a Mali con tropas (a través del Africa Corps, como se conoce ahora al grupo mercenario Wagner) y a los tres con armas. Turquía también es una importante fuente de armamento, especialmente de drones. Pero este cambio no ha frenado la propagación de la violencia en la región. 2023 fue el año más mortífero registrado en el Sahel, con casi 14 000 muertes relacionadas con grupos armados, seguido de cerca por 2024, y nada sugiere que la tendencia vaya a mejorar sustancialmente.34 La insurgencia islamista de mayor alcance, Jama'at Nusrat al-Islam wal-Muslimin, está activa en los tres países. En total, más de tres millones de personas en la región están desplazadas y una de cada cinco necesita asistencia humanitaria.35

Aunque la UA ha ocupado tradicionalmente un segundo plano con respecto a la CEDEAO... asumió varias funciones importantes al comienzo de la crisis de seguridad en el Sahel.
Aunque la UA ha ocupado tradicionalmente un segundo plano con respecto a la CEDEAO en lo que respecta a la resolución de conflictos en África Occidental, de acuerdo con el principio de subsidiariedad de la UA, que asigna la responsabilidad principal a los bloques regionales, asumió varias funciones importantes al comienzo de la crisis de seguridad en el Sahel. En 2013, la UA desempeñó un papel decisivo en el apoyo a las elecciones que completaron la transición de Mali de vuelta al gobierno civil, después de que los rápidos avances yihadistas del año anterior hubieran conducido a un golpe de Estado. En enero de 2013, desplegó tropas en el país durante un breve periodo antes de ser sustituida por una misión de estabilización de la ONU, la MINUSMA, con una gran proporción de fuerzas de paz de África Occidental.36 Pero la organización no ha nombrado un enviado para su única oficina en el Sahel central, MISAHEL en Bamako, desde septiembre de 2023, lo que ilustra hasta qué punto ha disminuido su influencia en la región.37

Pero, a medida que el Sahel central se aleja de la CEDEAO política y diplomáticamente, puede haber más cosas que la UA podría hacer de manera útil para complementar los esfuerzos de la CEDEAO. Sin duda, las relaciones entre la UA y las administraciones del Sahel central son tensas, debido a que la UA suspendió a los tres países tras sus respectivos golpes de Estado. No obstante, la organización continental, a diferencia de la CEDEAO, se ha abstenido en gran medida de enfrentamientos públicos desordenados con las autoridades de los Estados del Sahel. La UA, por ejemplo, no impuso sanciones económicas selectivas ni prohibiciones de viaje a los tres, y se mostró reticente a apoyar las amenazas de la CEDEAO de una intervención militar en Níger en 2023.

Por lo tanto, todavía puede haber margen para que la UA desempeñe un papel diplomático en el Sahel. Aunque los principios de Lomé implican que la UA no puede levantar las suspensiones a los miembros de la AEA hasta que vuelvan al gobierno civil, podría intensificar su compromiso dotando a su oficina de Bamako de un enviado al Sahel bien financiado, algo que Crisis Group ha defendido anteriormente. Para tener un impacto significativo, el enviado debe ser un diplomático de alto rango con suficiente prestigio internacional para reunirse con los jefes de Estado regionales. El enviado también tendrá que demostrar un claro compromiso de escuchar las preocupaciones de los países del SAE después de una década de contacto limitado con ellos.38 El tono de la organización debe ser lo más neutral posible, y su énfasis debe estar en mantener la integración regional, es decir, en evitar un estado final que aísle a los miembros del SAE de sus vecinos y de las estructuras continentales en detrimento de sus ciudadanos y de toda la región.

La UA también debería considerar otras formas de colaborar con los países del Sahel central. El CPS de la UA tomó la decisión a finales de 2023 de mantener diálogos periódicos con los países suspendidos de la organización, una fórmula que sitúa a estos estados en una especie de «centro de reinserción» donde aún pueden discutir asuntos con los embajadores africanos en Addis Abeba, aunque sea de manera informal. 39 En junio de 2024, el CPS también celebró por primera vez una reunión de su subcomité de sanciones, dedicada a hacer un seguimiento de la situación en los países suspendidos de la UA. El nuevo subcomité tiene la tarea de investigar las causas de los cambios inconstitucionales de gobierno, supervisar el efecto de las sanciones en los ciudadanos y asesorar a la UA sobre la adaptación de sus estrategias.40 La organización tiene razón al mantener su postura contra las tomas de poder, pero como demuestra la situación del Sahel, nuevas herramientas para avanzar en ese programa podrían ser ciertamente útiles.41

6. Ayudar a Camerún a organizar elecciones creíbles

En 2024, estallaron los enfrentamientos en las regiones del noroeste y suroeste de Camerún, en medio de la indiferencia continental ante la difícil situación de la minoría anglófona concentrada allí. Los enfrentamientos se intensificaron entre las fuerzas gubernamentales y las milicias que exigían la secesión de Camerún, que comprende ocho regiones francófonas y dos anglófonas, y los observadores registraron un número récord de secuestros y agresiones a civiles.42 En la región del Extremo Norte, la insurgencia de Boko Haram intensificó los ataques contra el ejército y la población civil. Las tensiones también están aumentando en la capital, Yaundé, ya que el presidente Paul Biya insinúa que buscará la reelección en octubre, cuando cumplirá 92 años. Muchas figuras de la sociedad civil, incluidos influyentes obispos católicos, le han pedido que no se presente de nuevo, dada su avanzada edad, los conflictos sin resolver y las dificultades económicas.43 Los miembros del régimen están maniobrando para conseguir un puesto en la era post-Biya que llegará con el tiempo. En medio de estas tensiones, la UA debería ayudar a desarrollar una resolución del conflicto anglófono y apoyar unas elecciones sin contratiempos, incluso preparando una misión de observación.

Ocho años de violencia y disturbios casi diarios están poniendo a prueba la resistencia de los residentes de las dos regiones anglófonas. Los trabajadores humanitarios estiman que 1,8 millones de personas necesitan algún tipo de asistencia, incluidos cientos de miles de niños que carecen de educación regular debido al cierre de escuelas impuesto por los separatistas. Medio millón de personas están desplazadas internamente, mientras que otras 100 000 han buscado refugio en la vecina Nigeria. El conflicto atrajo la atención internacional en septiembre de 2024, cuando Noruega acusó a Lucas Ayaba Cho, comandante de las Fuerzas de Defensa de Ambazonia, un grupo insurgente anglófono, de incitación a cometer crímenes contra la humanidad, acusación que él niega.44 Pero a pesar de todas las señales de perspectivas de rendición de cuentas, el arresto no ha frenado hasta ahora las actividades de la milicia sobre el terreno.

De hecho, los líderes separatistas de Camerún parecen decididos a redoblar sus esfuerzos, apostando por la ausencia de esfuerzos de paz sostenidos. Algunos están desarrollando alianzas transfronterizas, en particular la facción de Ayaba Cho, que ha firmado un acuerdo de cooperación con los secesionistas del sudeste de Nigeria que abogan por la creación de un estado independiente de Biafra. 45 Esta alianza, que tiene como objetivo ampliar el conjunto de armas e información disponible para ambos grupos, parece haber desencadenado una serie de incursiones de las milicias de Biafra en la península de Bakassi, rica en petróleo.46 Estos ataques han introducido otra capa de complejidad al conflicto anglófono aparentemente irresoluble.

Al mismo tiempo, las próximas elecciones presidenciales desviarán la atención de Yaundé de las crisis en la periferia del país. El presidente Biya ha indicado que quiere extender su mandato de 42 años. Además, es probable que las tensiones étnicas y políticas estallen si el gobierno recurre al sistema de votación múltiple propenso al fraude que el país ha utilizado en votaciones anteriores. Los candidatos de la oposición han denunciado anteriormente lo que describen como una manipulación sistemática a favor del partido gobernante, pero el Consejo Constitucional, que resuelve las disputas electorales y cuyo presidente es nombrado por el presidente, ha desestimado sus impugnaciones.47

La inseguridad y los obstáculos logísticos en las regiones anglófonas [de Camerún] y en el Extremo Norte podrían [...] dañar la credibilidad de la votación.
La inseguridad y los obstáculos logísticos tanto en las regiones anglófonas como en el Extremo Norte también podrían dañar la credibilidad de la votación. Los separatistas anglófonos ya han dicho que planean impedir que más de un millón de votantes en el noroeste y el suroeste emitan su voto. El Extremo Norte, por su parte, está plagado de ataques insurgentes y de las secuelas de inundaciones sin precedentes que arrasaron casas, anegaron tierras de cultivo y ahogaron a miles de cabezas de ganado.

La UA tiende a ignorar en gran medida a Camerún. Su última intervención significativa tuvo lugar en 2018, cuando envió una misión para observar la votación presidencial. El presidente de la Comisión de la UA, el chadiano Moussa Faki Mahamat, ha visitado Yaundé dos veces, en 2018 y 2019. Pero el CPS de la UA nunca ha incluido la crisis anglófona en su agenda y, aparte de las visitas de Faki, la Comisión tampoco ha discutido el tema con las autoridades camerunesas. Los funcionarios de Adís Abeba son comprensiblemente recelosos de involucrarse, dada la resistencia de Yaundé a lo que considera una injerencia externa.48 Pero con el conflicto filtrándose en Nigeria, la UA debería al menos considerar ofrecer mediar en una vía política para aprovechar las conversaciones previas a 2022 facilitadas por Canadá.49 El PSC podría apoyar tal esfuerzo pidiendo a la Comisión de la UA actualizaciones periódicas sobre los acontecimientos en el conflicto anglófono. Esta medida podría ayudar a dar impulso a la diplomacia y mantener a Yaundé centrada en la necesidad de una resolución política.

En al menos un sentido, el momento es propicio para una mayor participación de la UA. El año electoral ofrece a la UA la oportunidad de intensificar su compromiso con Yaundé. La UA debería desplegar una misión de observación electoral a largo plazo que, tras revisar las recomendaciones del informe elaborado por la misión desplegada en 2018, podría animar a las autoridades camerunesas a llevarlas a cabo. Las recomendaciones incluyen propuestas técnicas para reforzar la independencia del organismo de gestión electoral y agilizar la votación imprimiendo los nombres de los candidatos en una sola papeleta en lugar de utilizar el sistema de papeletas múltiples que ha erosionado la confianza de los ciudadanos cameruneses en las elecciones.

Los observadores electorales también podrían hacer hincapié en la importancia de proteger el derecho de voto de los desplazados internos en las regiones anglófonas y del Extremo Norte, por ejemplo, simplificando el registro y permitiéndoles votar en los lugares donde viven temporalmente.50 Por último, en apoyo de la nueva misión, el nuevo presidente de la UA podría ofrecerse a visitar Camerún antes del día de las elecciones para demostrar su compromiso personal con unas elecciones presidenciales justas y creíbles que se ajusten a las directrices de la UA. Además de ser beneficiosos por sí mismos, estos esfuerzos podrían ayudar a restablecer la presencia diplomática de la UA en Camerún, posicionándola para ayudar a encontrar una solución política al conflicto anglófono.

7. Evitar que Sudán del Sur naufrague

Aunque Sudán del Sur no es ajeno a las crisis, su estabilidad parece especialmente precaria en medio de las crecientes presiones de la guerra civil en el vecino Sudán. Durante casi un año, la guerra ha detenido la mayor parte de las exportaciones de petróleo de Sudán del Sur, la principal fuente de ingresos del país, después de que el oleoducto que transporta el crudo a Port Sudan, en el Mar Rojo, cayera en mal estado. La economía en crisis ha abierto brechas políticas en la capital, Juba, y podría decirse que está exacerbando la violencia en las regiones periféricas del país. El presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, se ha visto obligado a intentar mantener una relación amistosa con ambas partes en conflicto en Sudán, un frágil acto de equilibrio. Cientos de miles de refugiados sudaneses también han llegado a Sudán del Sur. Además de hacer todo lo posible para poner fin a la guerra en Sudán, la UA puede ayudar a Sudán del Sur a prepararse para estos tiempos turbulentos instando a los Estados miembros poderosos, como Sudáfrica y Kenia, a presionar a su clase política para que forje un pacto capaz de soportar las tensiones a las que se enfrenta el país. La UA, a través de un nuevo representante especial, debería apoyar ese proceso.

Los problemas de Sudán del Sur son enormes, empezando por una economía en una situación catastrófica. La riqueza petrolera del país ha mantenido a flote el gobierno de coalición formado en 2020 tras un acuerdo firmado en 2018 por Kiir y otros líderes de la oposición, entre ellos Riek Machar.51 La ruptura del oleoducto en febrero de 2024 no solo provocó un fuerte aumento de la inflación y una depreciación de la moneda, sino que también puso a prueba la red de patrocinio de Kiir. A finales de 2024, Kiir despidió repentinamente a cuatro poderosos funcionarios en lo que, según los observadores, fue una medida para erradicar a posibles rivales dentro del aparato de seguridad, sustituyendo al jefe de seguridad interna del Servicio de Seguridad Nacional, al comandante de la guardia presidencial, al jefe del ejército y al inspector general de policía. Si bien Kiir ha mantenido hasta ahora un férreo control sobre la política, la rivalidad entre las élites corre el riesgo de desencadenar un conflicto violento entre las diversas facciones del Movimiento de Liberación del Pueblo Sudanés (SPLM) en el poder.

A los desafíos de Sudán del Sur se suman las enormes necesidades humanitarias de las personas desplazadas que viven en el país. Más de 900 000 personas han huido de Sudán a Sudán del Sur desde que estalló la guerra civil sudanesa en abril de 2023. Esta población incluye a cientos de miles de personas que abandonaron Sudán del Sur durante su propia guerra civil de 2013-2018, pero que ahora han regresado. Por otro lado, las graves inundaciones de mediados de 2024 han dejado a miles de sudaneses del sur sin alimentos.

Impulsados por tal desesperación, muchos miles de jóvenes sursudaneses parecen estar luchando en la guerra de Sudán como mercenarios de bajo rango, lo que significa que pueden suponer una amenaza para la seguridad cuando regresen a casa. Al menos un líder rebelde sursudanés afirma tener una alianza con el RSF, mientras que otros tienen vínculos de larga data con su enemigo, el ejército sudanés. El propio Kiir ha intentado mantener relaciones viables tanto con Hemedti como con Burhan, dado que necesita la cooperación de ambos para exportar petróleo, estabilizar la economía y evitar cualquier desafío a su gobierno. No está garantizado el éxito continuo en este acto de equilibrismo.

A muchos sursudaneses les preocupa que los enfrentamientos locales puedan extenderse drásticamente si continúan las luchas políticas internas.
En este contexto, gran parte del país parece estar desmoronándose. El deterioro de la situación económica, junto con la agitación en el sector de la seguridad y una creciente sensación de anarquía, han alimentado la violencia en toda la periferia. En los últimos meses se han producido enfrentamientos entre facciones, a veces con la participación del Estado y otras no, en los estados de Alto Nilo, Warrap, Jonglei, Unidad, Ecuatoria Central y otros. La furia por el maltrato de los sudaneses del sur en la guerra civil de Sudán ha sido otro detonante. En enero, los disturbios sacudieron Juba y localidades de todo el país, cuando los residentes reaccionaron ante el asesinato intencionado de sudaneses del sur en Sudán.52 Las autoridades de Juba parecían temer perder el control, cerrando las plataformas de redes sociales.53 Muchos sudaneses del sur temen que los enfrentamientos locales puedan extenderse drásticamente si continúan las luchas políticas internas y la economía se estanca. Con un ejército que no ha recibido sueldo en meses, lo que lleva a los soldados a extorsionar al público, Juba no está en condiciones de manejar los disturbios que se extienden.

Tampoco está en condiciones de crear las condiciones para la renovación política que el país necesita tan desesperadamente. En septiembre de 2024, los líderes del país acordaron prorrogar el acuerdo de paz de 2018 entre el gobierno y los grupos de la oposición y posponer dos años lo que habrían sido sus primeras elecciones democráticas. Fue la decisión correcta, dadas las divisiones políticas y la dificultad de organizar unas elecciones creíbles en medio de una inestabilidad generalizada, pero 2026 no está lejos y se necesitarán grandes avances políticos y técnicos para mantener el calendario. Para que se celebren elecciones, Sudán del Sur tendrá que aprobar una nueva constitución, realizar un censo y empadronar a los votantes. Además, sobre los preparativos se ciernen preguntas sobre quién podría suceder a Kiir, que ha gobernado Sudán del Sur durante casi dos décadas, pero que se sabe que tiene mala salud. Las maniobras para ser su sustituto están en pleno apogeo y podrían desencadenar su propia lucha de poder dentro del régimen.

Con Sudán del Sur enfrentándose a innumerables desafíos, hay varias áreas en las que la participación de la UA podría ser de ayuda. En primer lugar, para reforzar la estabilidad política en Juba, la UA debería expresar su apoyo a los esfuerzos bilaterales existentes por parte de los principales Estados miembros. En primer lugar, está la iniciativa liderada por Kenia para fortalecer el acuerdo de paz de 2018, que, con todas sus imperfecciones, proporciona el andamiaje para el orden político del país. Kenia puso en marcha ese esfuerzo, denominado iniciativa Tumaini, en mayo de 2024; su objetivo es forjar un acuerdo entre el SPLM y los grupos armados que se resistían y que no firmaron el acuerdo de 2018. 54 Aunque las pocas figuras de la oposición que residen en Nairobi no tienen un poder sustancial, las conversaciones lideradas por Kenia parecen ser el único foro serio en este momento para que los sursudaneses discutan el camino a seguir, y Kenia parece ser el único actor regional activo en el intento de lograr un acuerdo entre las élites de Juba. La UA debería manifestar públicamente su apoyo a las conversaciones de Kenia y alentar al gobierno a concluir el proceso.

La UA podría animar a Pretoria y Nairobi a trabajar más estrechamente.
Además, la UA podría instar a una mayor colaboración entre Kenia y Sudáfrica, que es el propio Estado miembro líder de la organización en Sudán del Sur. Pretoria ha presidido durante mucho tiempo el grupo C5 de países africanos encargado por la UA de apoyar a Sudán del Sur, y sigue siendo un agente de poder intermitente en Juba. Sudáfrica ha intervenido en varias ocasiones en los últimos años para ayudar a mediar entre la élite de Sudán del Sur y parece especialmente interesada en fomentar la reunificación del SPLM, que se escindió en 2013. (El Congreso Nacional Africano, en el poder en Sudáfrica, tiene profundos lazos históricos con el SPLM). Dada la crisis actual, la UA podría animar a Pretoria y Nairobi a trabajar más estrechamente y ofrecer su apoyo a la iniciativa con su propia diplomacia, incluso nombrando a un nuevo enviado de alto nivel para Sudán del Sur para llevar a cabo esta labor.55 La UA y los interlocutores kenianos y sudafricanos podrían entonces unir fuerzas para presionar a las élites de Sudán del Sur para que actúen con mayor urgencia para llegar a un acuerdo que intente evitar una lucha de poder en este delicado momento.

Además, aunque es probable que la UA tenga poca influencia para aliviar los problemas económicos de Sudán del Sur, puede y debe intensificar sus esfuerzos para ayudar a poner fin a la guerra en Sudán y animar a los donantes a que apoyen la ayuda humanitaria a países afectados indirectamente como Sudán del Sur. 56 Estados Unidos ha dicho que su congelación de la ayuda a finales de enero incluye excepciones para la asistencia humanitaria que salva vidas, pero, sin embargo, es difícil ser optimista sobre el impacto en lugares como Sudán del Sur, que dependen en gran medida de la ayuda estadounidense. Hasta nueve millones de sudaneses del sur sufren una grave inseguridad alimentaria, y Estados Unidos proporcionó 600 millones de dólares en ayuda humanitaria en 2024. A los diplomáticos les preocupa que se retire una gran parte de la ayuda estadounidense a medida que la nueva administración trabaja en sus planes para reformar los programas de ayuda de Estados Unidos.57

En tercer lugar, la UA, junto con la ONU, podría ayudar al país a prepararse para las elecciones, eliminando los obstáculos que han servido de excusa a los políticos para no celebrarlas. Podría, por ejemplo, ofrecer apoyo técnico para cumplir con los puntos de referencia, como el registro de votantes. La UA también debería seguir ayudando a la ONU con la tan necesaria educación cívica.58

8. Adoptar una posición sobre la seguridad climática

Los estados africanos están en primera línea de la crisis climática, lidiando con perturbaciones meteorológicas que alimentan las tensiones políticas y socioeconómicas. El continente contribuye con solo el 4 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.59 Sin embargo, se ve afectado de manera desproporcionada por sequías, inundaciones y olas de calor, que se han vuelto cada vez más severas, desplazando a millones de personas y prometiendo intensificar la competencia por el agua y las tierras de pastoreo. Los países africanos llevan mucho tiempo reconociendo que el cambio climático es un «multiplicador de amenazas» que agrava la inestabilidad en los países frágiles.60 Hoy, cuatro años después de que el CPS de la UA pidiera por primera vez una posición africana común sobre el clima, la paz y la seguridad, la UA ha elaborado un borrador que esboza un claro conjunto de prioridades políticas. 61 Lo ideal sería que el CPS adoptara este documento en noviembre, cuando se celebre la cumbre del G20 en Sudáfrica y la conferencia de la ONU sobre el clima, o COP30, en Brasil. La posición común de la UA destaca la necesidad de África de financiación para el clima, al tiempo que pide a las naciones más ricas, muchas de las cuales son importantes contaminantes, que pongan a disposición financiación asequible.

La clave de la respuesta de África es la adaptación a un mundo en calentamiento y a las condiciones meteorológicas adversas que lo acompañan. La pregunta que queda por responder es cómo pagar los sistemas de alerta temprana, así como puentes y carreteras más resistentes, defensas costeras contra el aumento del nivel del mar y presas de riego.62 Un estudio reciente estima que los gobiernos africanos ya necesitan gastar hasta un 9 % de los presupuestos estatales para mitigar las consecuencias de los fenómenos climáticos extremos. 63 En 2024, una vasta franja del Sahel se vio afectada por las peores inundaciones en décadas, que causaron la muerte de cientos de personas en al menos cinco países y provocaron una pérdida masiva de tierras de cultivo en Mali y Nigeria. Más al sur, la sequía más grave en una generación diezmó las cosechas en países que van desde Zimbabue y Malawi hasta Mozambique.

Los recortes en la ayuda humanitaria de EE. UU. dificultarán a los países africanos hacer frente a las secuelas de los desastres climáticos.
Aunque África debería centrarse en la planificación a largo plazo, tratando de obtener los fondos necesarios para construir infraestructuras que puedan soportar condiciones meteorológicas extremas, su capacidad para reaccionar ante los acontecimientos actuales también puede verse obstaculizada. Los drásticos recortes en la ayuda humanitaria de EE. UU. anunciados por el presidente Donald Trump probablemente dificultarán a los países africanos hacer frente a las secuelas de los desastres climáticos. En Somalia, por ejemplo, la financiación de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional ayudó a prevenir una hambruna provocada por la sequía en 2022, salvando miles de vidas.64 Dado que los principales donantes europeos también están reduciendo la ayuda y la financiación climática, los gobiernos africanos se ven sometidos a una presión aún mayor para invertir en capacidad de respuesta ante desastres y buscar nuevas fuentes de financiación para hacer frente a los desastres cuando se produzcan.

La Comisión de la UA merece reconocimiento por destacar constantemente el vínculo entre el clima extremo y la inseguridad, incluso cuando el Consejo de Seguridad de la ONU sigue dividido sobre el tema.65 En los últimos años, el continente también ha dado pasos importantes para elevar su perfil en foros como las reuniones anuales de la COP. En la COP28 de 2023, el anfitrión, los Emiratos Árabes Unidos, publicó una declaración (respaldada por Crisis Group y otros 93 signatarios, entre ellos diecinueve países africanos) en la que se instaba a los donantes a ayudar a las naciones afectadas por conflictos y a acelerar los proyectos de resiliencia.66 En ella se hacía hincapié, con razón, en la integración de las consideraciones relativas a los conflictos en la programación de los donantes, el fomento de la resiliencia local mediante sistemas de alerta temprana y la consecución de una mayor flexibilidad para responder mejor a la evolución de las situaciones de conflicto. Estas recomendaciones se ajustan al borrador de la posición común africana.

A pesar de todos los méritos de este borrador, la UA ha tardado en convencer a los gobiernos africanos de los beneficios de apoyar el documento. Cuatro años después de que el CPS de la UA pidiera por primera vez a los Estados miembros que adoptaran el marco, la organización ha hecho escasos progresos para convencerlos de que se sumen a él. Algunos Estados miembros siguen viendo la propuesta con escepticismo o indiferencia, desestimándola por considerarla demasiado ambiciosa o irrelevante para las acuciantes preocupaciones nacionales.67 Los líderes de la UA deben convencer a los Estados miembros de que la posición común ayuda a África a hablar con una sola voz en foros mundiales como la COP y el G20.68 Esto, a su vez, debería facilitar la negociación de una financiación asequible y el desarrollo de proyectos de resiliencia climática. Una forma de proceder sería que el CPS de la UA, bajo cuyo mandato se encuentra el marco, dado su enfoque en el clima, la paz y la seguridad, adoptara la posición común antes de las importantes reuniones internacionales que tendrán lugar en noviembre. Los jefes de Estado africanos podrían entonces respaldarla en su cumbre anual a principios de 2026.

En la misma línea, la UA debería nombrar a un enviado de seguridad climática con suficiente influencia política y experiencia técnica para coordinar los esfuerzos africanos y reforzar la participación de África en los debates mundiales sobre seguridad climática. El CPS de la UA pidió un enviado de seguridad climática ya en 2018, y no está claro por qué aún no se ha nombrado uno. Las limitaciones de financiación pueden explicar la aparente falta de voluntad política, pero sea cual sea la razón, hay demasiado en juego como para no seguir intentándolo.

Nairobi

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