En medio de la devastadora guerra civil en la que lleva sumido Sudán desde hace casi un año y medio, el país ha sufrido en las últimas semanas una combinación de lluvias torrenciales e inundaciones que han dejado decenas de muertos, cientos de heridos, miles de desplazados y graves daños materiales. El temporal y los estragos que ha causado, sumado a la vulnerabilidad en la que se encontraba el país a causa del conflicto bélico, han provocado también un brote de cólera y están dificultando todavía más la acción humanitaria.
Las inundaciones representan un importante desafío para Sudán cada año entre los meses de julio y septiembre. Durante esta corta ventana de tiempo, el Nilo Azul y el Nilo Blanco, que se unen en un solo río en la capital del país, Jartum, bajan con mucho caudal, sobre todo por las fuertes lluvias vertidas poco antes sobre las tierras altas de Etiopía, lo que suele inundar comunidades ribereñas en Sudán. Este año, además, el país ha registrado más lluvias de lo habitual y estas han caído también en el desértico norte, lo que ha provocado inundaciones adicionales.
La época de lluvias y de inundaciones ha llegado en un momento en el que Sudán ya estaba sufriendo una de las peores crisis humanitarias del planeta a raíz de la guerra civil que enfrenta desde abril de 2023 al ejército con los grupos armados aliados contra las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido y milicias afines. El conflicto ha provocado la mayor crisis de desplazados del mundo, ha causado condiciones de hambruna en múltiples puntos del país, ha colapsado su sistema sanitario y ha destrozado buena parte de su infraestructura crítica.
Desde el mes de junio, alrededor de 600.000 personas se han visto afectadas por las lluvias torrenciales y las inundaciones en 13 de los 18 Estados de Sudán, según estimaciones de la ONU. Los daños materiales también han sido cuantiosos, con más de 35.000 viviendas que han quedado destruidas y casi 45.000 más que permanecen parcialmente derrumbadas. Las inundaciones han desplazado también a más de 172.000 personas, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que calcula que alrededor del 41% de estas ya se habían tenido que desplazar antes por la guerra.
Una de las regiones de Sudán más afectadas por la catástrofe está siendo Darfur, que a su vez es una de las zonas más castigadas por la guerra y las atrocidades perpetradas por las Fuerzas de Apoyo Rápido y milicias aliadas.
Brote de cólera
Las inundaciones y las fuertes precipitaciones han golpeado también Estados del norte y del este del país, que son los que más al margen de los combates se han mantenido hasta ahora y donde más desplazados habían encontrado refugio. En estas regiones, el estancamiento de agua causado por una red de saneamiento inadecuada y la contaminación de fuentes de agua potable, sumadas a un sistema sanitario diezmado, han provocado un brote de cólera. Hasta la fecha se han registrado más de 7.000 casos y de 250 muertes, según el último recuento difundido por las autoridades sanitarias el jueves, aunque la dificultad para hacer seguimiento hace temer que la cifra real sea muy superior.
El cólera es una enfermedad transmitida por la ingestión de alimentos o agua contaminados que puede causar diarrea aguda y en los casos más graves provocar la muerte en tan solo horas, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, se trata de una infección fácil de tratar, ya que, en la mayoría de los casos, puede curarse mediante una solución de rehidratación oral o, en los cuadros más severos, con la administración intravenosa de líquidos y con antibióticos.
El ministerio de Salud del país, respaldado por la OMS y Unicef, está llevando a cabo una campaña de vacunación contra el cólera que hasta ahora ha podido cubrir a las personas más vulnerables de algunas de las zonas más expuestas en el Estado de Kassala, al este del país. Sudán había logrado acabar técnicamente en junio con su último brote de cólera, pero no llegó ni a tener tiempo para realizar la declaración oficial.
“La situación es mala en comparación con el año pasado: la tasa de mortalidad es tres veces superior a la aceptable y afecta a seis Estados, la mayoría de los cuales acogen a un gran número de personas desplazadas a causa de la guerra que viven hacinados en puntos de acogida con un saneamiento muy limitado”, señala Bashir Kamal Eldin Hamid, director de salud y nutrición de la organización Save the Children en Sudán. ”El país necesita otra ronda de vacunas para controlar el brote actual [de cólera]”, considera.
Las dificultades para efectuar la campaña de vacunación son extensibles al resto de las operaciones humanitarias en el país, que se han visto muy afectadas en los últimos dos meses por la expansión de la guerra y los daños que las lluvias y las inundaciones han causado en carreteras y puentes. Esta situación está obligando a las agencias humanitarias a tener que buscar nuevas rutas adecuadas para distribuir la ayuda, un revés añadido a los ataques, saqueos, trabas burocráticas y límites de movimiento que sufren desde el inicio de la guerra.
25 millones de personas sufren hambre
Estos contratiempos amenazan con agravar los niveles de inseguridad alimentaria en el país, que con más de la mitad de la población, unos 25 millones de personas, en estado de hambre aguda, son ya los peores de su historia. El 19 de agosto, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) informó que más de 50 camiones con suministros de tres meses para alrededor de medio millón de personas estaban atascados en varios puntos de Sudán. Y la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), otra agencia clave en la respuesta contra el hambre, también ha declarado que las inundaciones están dificultando sus esfuerzos.
En Darfur, una de las regiones con los mayores niveles de hambre del país, la ONU estima que las inundaciones han afectado a más de 120.000 personas en zonas donde muchos corrían el riesgo de sufrir hambruna, precisamente a partir de verano. En los campos de desplazados de Zamzam, donde ya se declaró una hambruna en julio, y de Abu Shouk, ambos en el Estado de Darfur Norte, las lluvias y las inundaciones han desplazado a más de 4.000 personas, han destruido casi 1.000 tiendas y varias letrinas, y han dañado más de 2.000 casas, según la ONU.
“El campo de Zamzam es una zona residencial informal situada junto al valle de [una] presa entre [la capital regional de] El Fasher y el campo. Sus casas están construidas con paja y ladrillos, por lo que cada temporada de [lluvias] causa daños y pérdidas”, explica por teléfono Saddam Abkar Safi, miembro de una unidad de respuesta de emergencias de Zamzam. “Esta temporada ha sido diferente debido a las fuertes lluvias y al gran caudal de agua que entró en el valle, lo que ha provocado la destrucción total y parcial de [muchas] viviendas”, agrega.
El 15 de agosto, la junta militar de Sudán autorizó a agencias humanitarias utilizar por tres meses un paso fronterizo con Chad, que permanecía cerrado por la falta de permisos oficiales, pese a ser una de las vías más cortas para enviar ayuda a Darfur. Sin embargo, las lluvias e inundaciones han dañado carreteras y tres importantes puentes de la región, lo que está limitando el movimiento. Las operaciones humanitarias a Darfur desde Chad también tienen un coste muy alto, y las agencias humanitarias están solicitando mayor financiación exterior. Hasta el 11 de septiembre, 95 camiones de ayuda habían cruzado la frontera de Chad a Sudán, según Tapiwa Gomo de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios.
El mal estado de buena parte de las infraestructuras de Sudán también ha provocado tragedias por su incapacidad de soportar la presión de las fuertes lluvias e inundaciones. Uno de estos desastres se produjo el 25 de agosto al colapsar una presa a 40 kilómetros de Puerto Sudán, la ciudad donde se han trasladado el Gobierno, las misiones diplomáticas y humanitarias que continúan activas en el país y cientos de miles de desplazados. Solo su colapso dejó al menos 30 muertos, 20 pueblos arrasados y alrededor de 50.000 personas afectadas, según la ONU.
Además, se teme que el colapso parcial de la presa afecte en los próximos meses el suministro de agua potable de Puerto Sudán, que dependía principalmente de las reservas almacenadas en su embalse y de una tubería que abastecía la ciudad de agua dulce y que también resultó dañada. Asimismo, las autoridades calcularon que el colapso de la infraestructura liberó unos cinco millones de metros cúbicos de sedimentos, lo que ha afectado muchas tierras cultivadas.
Imagen de portada: Varios hombres trabajan en una barrera improvisada para bloquear las aguas tras las inundaciones provocadas por las lluvias torrenciales, en Masawi, norte de Sudán, el pasado 27 de agosto.STR (EFE).