La República de Guinea Ecuatorial y la República Bolivariana de Venezuela son dos países gobernados por sendas dictaduras muy parecidas, pues ambas se caracterizan por la violación sistemática de los derechos humanos; de hecho, mantienen excelentes relaciones. El dictador guineano, Obiang Nguema Mbasogo, gobierna el país con puño de hierro desde hace 45 años, mientras que Nicolás Maduro Moro es sucesor y heredero de Hugo Chávez, que llegó al poder en 1999 y murió en él en 2013.
Venezuela empezó organizando elecciones ciertamente libres y transparentes, lo que permitió a la oposición venezolana controlar la Asamblea Nacional y muchos gobiernos locales e hizo posible que Hugo Chávez perdiese el referéndum que organizó y celebró en 2007 para reformar la Constitución. A partir de entonces, el régimen chavista empezó a controlar todas las instituciones del Estado, incluido el Consejo Nacional Electoral. Al mismo tiempo, los fraudes electorales se acentuaron, tanto que la oposición venezolana decidió en 2018 no volver a participar en las elecciones, “para no avalar un proceso electoral fraudulento”. La oposición exigía “garantías de un proceso libre y transparente”. Los líderes opositores, como Leopoldo López y Antonio Ledezma, empezaron a ser perseguidos, lo que les condujo al exilio en España. Después, la Asamblea Nacional, todavía en manos de la oposición, declaró Presidente interino de Venezuela a Juan Guaidó, que fue reconocido como tal por más de 50 Estados democráticos. Tras cuatro años de presidente sin Estado, Guaidó también acabó exiliándose, esta vez en Miami (Estados Unidos). Al darse cuenta de que el boicot electoral no era el camino adecuado para luchar contra la dictadura de Maduro, la oposición decidió, en 2021, volver a las urnas creando la llamada “Plataforma Unitaria Democrática” (PUD).
¿Y qué decir del régimen de Guinea Ecuatorial, que no se haya dicho ya? Pues que viola sistemáticamente los derechos humanos, controla la Junta Electoral Nacional con la que celebra elecciones fraudulentas de forma permanente y está inmerso en una corrupción endémica. La oposición guineana boicoteó las elecciones legislativas de 1993, Obiang las ganó y no pasó nada, por lo que esta misma oposición, agrupada en la Plataforma de Opsición Conjunta (POC), decidió participar en los comicios municipales de 1995, que ganó de manera abrumadora. En las presidenciales de 1996, participaron los partidos de la oposición en su mayoría, a excepción de, entre otros, CPDS, ADP y APGE. Obiang hizo fraude y volvió a proclamarse vencedor. En las municipales de 2.000, la oposición volvió a dejar de participar, y tampoco pasó nada. CPDS volvió a boicotear las elecciones presidenciales de 2016, de las que Obiang, como siempre, se declaró ganador. En ninguno de estos casos la comunidad internacional dejó de reconocer al gobierno de Obiang resultante de tantas elecciones fraudulentas.
A partir de entonces, CPDS retomó la línea de trabajo iniciada por Plácido Micó Abogo, que consistía en tratar de reagrupar a la oposición, lo que había dado lugar a la creación del Frente de Oposición Democrática (FOD) en 2002. Al elegirme el V Congreso de CPDS para suceder a Micó al frente del partido en 2013, retomé el mismo plan de acción, y el partido trabajó durante años para intentar convencer a los partidos exiliados y sus representantes en Guinea, de que, tras resultar inútil el boicot electoral, la única estrategia viable era unirnos todos en una nueva plataforma electoral y concurrir en la misma lista frente al Partido Democrático de Guinea Ecuatorial, porque así lo exige el pueblo y porque unidos somos más fuertes, tal como se vio en 1995.
CPDS entendía, y sigue entendiendo, que la participación en las elecciones es un episodio más en nuestra lucha política; si todos nos unimos, aunque las leyes sean injustas como lo son ahora, aunque la Junta Electoral esté controlada por el régimen como lo está, la oposición ganará; y aunque el régimen no reconociese nuestra victoria, la comunidad internacional podría presionarle, como se está haciendo ahora con el régimen de Nicolás Maduro al robar éste las elecciones celebradas en Venezuela en julio del presente año.
Los esfuerzos de CPDS, iniciados en 2014 y retomados en 2017, han resultado inútiles porque los partidos en el exilio y sus representantes en Guinea, insistían y siguen insistiendo en que “participar en las elecciones organizadas por Obiang es legitimar al régimen”, que “para que haya elecciones libres y transparentes tiene que haber antes una administración electoral independiente, legalización de todos los partidos de conciencia, liberación de todos los presos políticos y retorno de los exiliados políticos”, exigencias que todos sabemos que Obiang no cumplirá jamás mientras esté en el poder.
Al final, CPDS ha participado cuando ha podido, en solitario porque los demás se negaban a participar. Algunos se sinceraron diciendo que la participación de todos favorecería sólo a CPDS por ser éste el partido legalizado.
¿Y qué hizo la oposición venezolana? Como dije antes, la oposición al régimen chavista empezó boicoteando las elecciones por falta de garantías y exigiendo un proceso libre y transparente, como lo exigía también la oposición guineana. Sin embargo, al darse cuenta de que se trataba de una estrategia inútil, y viendo que el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela no sirvió para echar a Maduro del poder, en 2021 la oposición anunció que participaría en las elecciones regionales de aquel año y en las presidenciales de 2024, con la Plataforma Unitaria Democrática. La oposición venezolana justificó su decisión de volver a participar en las elecciones organizadas por Nicolás Maduro asegurando, en un comunicado, que:
«Sabemos que estos comicios no serán unas elecciones justas ni convencionales. La dictadura ha impuesto obstáculos graves que ponen en riesgo la expresión de cambio del pueblo venezolano». «Sin embargo, entendemos que serán un terreno de lucha útil para fortalecer a la ciudadanía e impulsar la verdadera solución a la grave crisis de nuestro país: unas elecciones presidenciales y legislativas libres». «Nos organizaremos, nos movilizaremos y nos fortaleceremos en unidad al servicio de la reinstitucionalización democrática de Venezuela».
Dicho y hecho: se formó la plataforma electoral unitaria. María Corina Machado, principal líder de la oposición venezolana, inhabilitada por el régimen de Maduro, dejó paso a Edmundo González Urrutia, elegido con unanimidad y proclamado candidato de la oposición para enfrentarse a Maduro. Como ya sabemos todos, las elecciones se celebraron el 28 de julio del presente año y, como era de esperar, González Urrutia las ganó de forma abrumadora y, como asimismo era de suponer, Nicolás Maduro se proclamó vencedor de los comicios, pero sin publicar las actas de los resultados electorales.
La situación poselectoral de Venezuela es por todos conocida: como consecuencia del fraude electoral, Maduro y su régimen están aislados y abandonados hasta por sus aliados latinoamericanos, como México, Colombia, Chile o Brasil, al tiempo que están siendo sometidos a una presión y aislamiento internacionales que, pase lo que pase, dará lugar a que su régimen no vuelva a ser el mismo.
Con todo lo dicho, he intentado hacer ver que lo que hicieron los partidos de la oposición en Venezuela concurriendo unidos a las elecciones del 28 de julio, podían y debían haberlo hecho los opositores guineanos desde hace mucho. Sin embargo, la ambición personal de nuestros líderes, que quieren ser cada uno de ellos el sucesor de Obiang, ha impedido a la oposición estar unida y optar por esa vía de lucha que es, hoy por hoy, la más viable, como se acaba de ver en el caso de Venezuela.
Hay muchas diferencias entre la oposición al chavismo y la que dice luchar contra la dictadura de Obiang, y la principal de ellas es que los opositores venezolanos son más serios, más patriotas y más altruistas, y piensan más en el interés del pueblo venezolano que en su beneficio personal. De ahí que, con tan pocos habitantes que tiene Guinea Ecuatorial, existan tantos grupos políticos, incapaces de entenderse entre sí y tirándose, constantemente, los trastos a la cabeza los unos a los otros, en una dinámica de autodestrucción permanente.
Andrés Esono Ondo Okogo es Secretario General de CPDS