Envejecer en el exilio: en Madrid, un proyecto para sacar del "limbo" a las mujeres mayores inmigrantes

6/17/24
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Sociedad
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Un proyecto piloto en Madrid (España) ayuda a las ancianas inmigrantes africanas, especialmente aisladas y vulnerables. Para estas ancianas, las dificultades a las que se enfrentan todas las personas desarraigadas se ven agravadas por la pérdida de autonomía y el deterioro de sus capacidades físicas y/o intelectuales.

El agua hierve para el té. De fondo suena música alegre. En una pared de cristal, un dicho del escritor marfileño Hampâté Bâ: "Cuando muere un viejo, cae un baobab". Estallan  risas y se suceden las conversaciones en una mezcla de francés, inglés y español. En un centro comunitario compartido de Madrid, una docena de mujeres fabrican cuadernos de cera para venderlos en la fiesta de fin de curso. Los movimientos son seguros pero lentos. Estas mujeres se toman su tiempo. A su edad, no hay prisa.

"Nos ven como un peso muerto"


Tienen entre 59 y 71 años y proceden de Guinea Ecuatorial, Camerún, Malí, Costa de Marfil y RD Congo, entre otros lugares. A una edad en la que preferirían estar en casa, están exiliadas en España.Sus razones varían: algunas han venido a reunirse con sus hijos y nietos, otras para recibir tratamiento médico y las últimas para encontrar refugio en Europa. Algunas llevan aquí 20 años, otras un mes; son refugiadas, residentes o inmigrantes sin papeles.Pero todas comparten el mismo sentimiento: envejecer en el exilio significa ser invisible entre los invisibles.


"Nuestra vejez es dura: estamos aisladas, con problemas de papeles.La sociedad no nos reconoce, no nos ve, como si no existiéramos.Nos ven como un peso muerto", se lamenta Antonina, de Guinea Ecuatorial.Residente en España desde hace 23 años, ha trabajado como empleada doméstica no declarada y sólo ha conseguido sus papeles después de 15 años."No he cotizado lo suficiente para tener una pensión digna, y todavía no puedo descansar".

"La sociedad no nos reconoce, no nos ve, ¡como si no existiéramos!". Antonina, 71 años, de Guinea Ecuatorial, decana de Casa Bibi. Crédito: Sarah Leduc / InfoMigrants  

A sus 71 años, Antonina es la decana de Casa Bibi, "la casa de las abuelas" en swahili. Este proyecto piloto en España fue puesto en marcha en octubre de 2022 por Karibu, una asociación madrileña de apoyo a los migrantes africanos, con el objetivo de dar "respuestas adecuadas a los retos (...) más importantes de nuestro tiempo: el envejecimiento y los movimientos migratorios".




34,3 millones de emigrantes seniors en el mundo


Según las últimas estimaciones de Naciones Unidas, los emigrantes mayores de 65 años representan 34,3 millones de personas en todo el mundo, es decir, el 12,2% de todos los migrantes internacionales en 2020.Entre ellos, la proporción de mujeres es mayor, ya que las mujeres viven más que los hombres, como en la sociedad en general.Pero estas mujeres son especialmente vulnerables.

A los problemas de adaptación cultural y lingüística, las dificultades para conseguir los  papeles y el racismo que afectan a todos los emigrantes, se suman las dificultades para encontrar trabajo, la pérdida de autonomía y el deterioro de las capacidades físicas y/o intelectuales.En particular, el aprendizaje de idiomas es más difícil: "Los mecanismos de aprendizaje están oxidados.Y muchos no se atreven a hablar por miedo a equivocarse", dice María-José Guadalupe, profesora voluntaria de español en Casa Bibi.

"Mujeres, africanos, ancianas: reúnen todos los factores de discriminación", analiza Belén Espiniella, antropóloga y coordinadora del proyecto."Han perdido el puesto que tenían en su país, donde los ancianos son figuras respetadas; también han perdido sus redes de apoyo y aquí se las ve como inútiles porque no pueden trabajar. Están en el limbo".



Combatir los estereotipos


Con cursos de español, informática y yoga, Casa Bibi fomenta la autonomía, la socialización y, por tanto, el mantenimiento físico y mental.El proyecto es un baluarte contra el aislamiento que puede acelerar la fragilidad psicológica e incluso reavivar traumas ligados al exilio.

Berthe, camerunesa de 69 años, lleva varios meses buscando trabajo, pero ha sido rechazada una y otra vez.Madrid, 11 de junio de 2024.Crédito: Sarah Leduc / InfoMigrantes

"Me quita el estrés venir aquí. Antes me quedaba en casa con mis preocupaciones", dice Marie-Claire, camerunesa de 65 años."Si te quedas en casa, envejeces más de prisa!", añade Monika, una imponente nigeriana de 64 años. Viene todos los días a Casa Bibi para reunirse con sus "hermanas" y escapar de su piso, demasiado vacío desde que se marcharon sus hijos y sus nietos. "Venimos a Casa Bibi para aprender, pero también para transmitir nuestros conocimientos: ¡las personas mayores no somos inútiles!", añade, pegando cera en la portada de una colección colectiva en la que cada una de ellas ha contado un cuento de su país.



Las mujeres "Bibi" son combativas y se niegan a dejarse atrapar por los estereotipos. "¿Los jóvenes trabajan mejor que yo?¡Son unos vagos!Yo he trabajado toda mi vida y todavía tengo fuerzas", dice orgullosa Mireille*, de 59 años, que llegó de Kinshasa para sacar adelante a su familia quw se ha quedado en la República Democrática del Congo. Nada más llegar a Madrid, ha encontrado en Casa bibi una red de solidaridad

"En África respetamos a los ancianos"


"Somos como una familia", dice Oumou, maliense de 65 años.La inestabilidad política y económica de Mali la obligó a abandonar su país.Llegó a Madrid en 2021, inicialmente acogida por una pareja maliense, pero se encontró sin hogar tras la muerte de uno y el regreso de la otra.Ahora vive en un centro de acogida, ha aprendido español y participa en proyectos de sensibilización sobre el problema de la mutilación genital y de lucha contra el aislamiento de los ancianos.

"En África se trata bien a las personas mayores, se les respeta, se les cuida", explica."Aquí, a los ancianos se les deja solos en las casas.Aunque tengan familia, nadie viene a verlos".Visita regularmente una residencia de ancianos "sólo para charlar" con los residentes.

Pero echa de menos el bidioma de su país. A Oumo le gustaría acabar sus días en casa, como a Agustín, Milagrosa, Antonina y todos los demás. "Me gustaría morir en casa, en la isla de Annobon (Guinea Ecuatorial). Allí no me quemarán ni me meterán en una caja. Celebrarán mi vida y me enterrarán con alegría, cerca de mi familia", confiesa Antonina. Piadosa, sigue confiando: "Dios no me va a llevar sin cumplir mis deseos". Que son sencillos: poder terminar su vida con dignidad, en casa o en el exilio.

Se han cambiado los nombres y omitido los apellidos a petición de los interesados.

https://www.infomigrants.net/fr/post/57709/vieillir-en-exil--a-madrid-un-projet-pour-sortir-des-limbes-les-migrantes-du-troisieme-age