China acogió a principios de septiembre su novena cumbre con el continente africano. Este año ha contado con la presencia de presidentes y representantes de todos los países menos uno, Esuatini, que aún reconoce diplomáticamente a Taiwán. Durante la reunión, el presidente chino, Xi Jinping, destacó lo hecho durante estas últimas décadas, en las que su país ha concedido préstamos para infraestructuras vinculadas al transporte y a la energía. Unos proyectos que, dijo, «han cambiado la vida y el destino de muchas personas». Xi Jinping prometió una financiación de 51.000 millones de dólares en tres años y la creación de un millón de empleos. Los préstamos se concederán en yuanes.
El nigeriano Ovigwe Eguegu, analista político en Development Reimagined, una consultora formada y liderada por africanos, comenta a MUNDO NEGRO que «las últimas dos décadas han sido muy beneficiosas para los países africanos desde la perspectiva de las infraestructuras», y destaca que la financiación sirvió para convertir en realidad muchos de los proyectos pendientes durante años, como puertos, aeropuertos o presas.
Entre las obras más recientes que pronto se pondrán en marcha se encuentran un oleoducto de 2.000 km que permitirá que Níger exporte petróleo a través de Benín, o la línea ferroviaria de 600 km que transportará el hierro desde las minas de Guinea hasta la costa. Ambos diversificarán las fuentes de ingresos de estos países, aunque el reto pendiente es que vayan más allá de la exportación de materias primas sin procesar.
Un ejemplo ilustra cómo el comercio, tal y como está planteado, perjudica a los africanos. La principal exportación de Etiopía, el café, le genera cada año centenares de millones de dólares, aunque el país apenas puede explotar su potencial. Mientras, Suiza le ha comprado desde 2021 el café sin procesar a entre 4 y 6 dólares el kilo, que luego vende, ya transformado, por más de 30 dólares.
Esto permitió que Suiza ganara en 2023 cinco veces más que Etiopía vendiendo café a la Unión Europea pese a mover menos toneladas que los etíopes. Suiza no tiene ninguna plantación en su territorio; todo lo importa de países del sur global como Etiopía. Con solo un 3 % de las exportaciones globales, la nación africana apenas influye en los precios en un mercado cuyos principales compradores –y empresas– están en el Norte. La mayoría de los países africanos están atrapados en ese tipo de relación comercial.
Esa generación de valor en el continente constituye el principal reto, tal y como recordaba la profesora de Ciencia Política de la Wake Forest University, Lina Benabdallah, en un informe reciente: «Los minerales por sí solos no crean empleo. Desde la perspectiva africana, procesar y transformar estos minerales sí ofrece oportunidades significativas». Benabdallah apunta a uno de los factores por los que el continente se ha convertido en un campo de batalla de las grandes potencias: la industria de vehículos eléctricos, cuyas baterías necesitan litio, cobalto o níquel, todos ellos presentes en el continente africano.
Un español, 12 nigerianos
Los datos de la Universidad de Boston muestran que, en los últimos años, los préstamos de China hacia el continente han ido disminuyendo a medida que la economía del país asiático se iba desacelerando. Tras el pico de 28.800 millones de dólares en 2016, las inyecciones disminuyeron hasta los 1.000 millones en 2022. El año pasado crecieron de nuevo hasta los 4.600 millones. Benabdallah señaló en su cuenta de la red social X que, más allá del dinero, China formará a 2.000 médicos africanos, ofrecerá becas a 60.000 estudiantes y ofrecerá cursos de formación a militares y a cuadros de los partidos políticos africanos.
Gracias a los préstamos chinos, desde 2008 Etiopía ha multiplicado por cuatro su generación anual de electricidad, que ha enfocado a la hidroeléctrica. Se trata de una tendencia que ha permitido aumentar el acceso al suministro a millones de africanos, aunque el consumo per cápita sigue lejos del de un país como el nuestro. Un español consumió, de media, 33.000 kWh de energía en 2023, una cifra equivalente a la media de 11 angoleños, 12 nigerianos, 36 etíopes o 109 burundeses. Sin energía, los países africanos difícilmente podrán escalar en la cadena de valor para desarrollar una industria propia.
«Hay una necesidad generalizada de transferencia de tecnología y desarrollo de habilidades», señala Eguegu, quien proyecta que, para el desarrollo continental, deberá haber un mercado que pueda absorber parte de las mercancías que los africanos produzcan: «Los africanos necesitan construir herramientas para su propio desarrollo y también disponer de un mercado. Si logras atraer inversión y desarrollar habilidades, es necesario avanzar en la cadena de valor y tener capacidad de exportación. Esto es también lo que hace que China sea tan atractiva. Podemos ver a China como un destino para nuestras exportaciones».
El rol de África en el mundo
Muchos países africanos viven un momento económico delicado. La ralentización económica de China ha hecho que algunos pierdan ingresos por exportaciones. Esto, añadido a la subida de tipos de interés en Europa y EE. UU. y la llegada de los vencimientos de deuda, ha generado quiebras en algunos países (Etiopía, Ghana, Zambia) e incertidumbre en otros (Kenia, Egipto). La situación de vulnerabilidad la remarca el hecho de que el FMI –omnipresente en los 80– vuelve a ser un actor principal en el día a día de millones de africanos.
Muchos jóvenes africanos, que se han manifestado contra las medidas de austeridad que el Fondo recomienda a sus gobiernos, se sienten maltratados por una institución cuyas principales aportaciones vienen de los países más ricos. Por eso, muchos mandatarios ven a China como una palanca en sentido contrario, comenta Eguegu: «Los países africanos están mirando hacia China para cumplir sus ambiciones globales, de cara a reformar las cuotas del FMI y del Consejo de Seguridad de la ONU. Están viendo a China como un aliado para impulsar estos cambios que les gustaría ver en términos de gobernanza global».
El tiempo dirá si se producirán esos cambios o si se cumple lo que dijo Chidi Odinkalu, profesor de la Fletcher School of Law and Diplomacy, de la Universidad de Tufts, cuando declaró recientemente al Financial Times que le preocupaba que África, en lugar de beneficiarse de conseguir un asiento en distintas mesas, acabara encontrándose con que realmente sigue en el menú, lista para ser devorada por los distintos comensales.