En un contexto de hermetismo político característico de los regímenes autoritarios, Guinea Ecuatorial atraviesa una crisis interna marcada por tensiones en el gobierno y serias acusaciones de mala gestión. Fuentes anónimas cercanas al gobierno han denunciado dinámicas de poder centradas en la figura del Vicepresidente, quien habría asumido un control casi absoluto sobre la toma de decisiones, desplazando a ministros clave y creando un ambiente de exclusión y desconfianza.
Un caso notable es el del Ministro de Aviación Civil, Norberto Bartolomé Monsuy Mañé, conocido como “Mister Cuqui”. Según estas fuentes, el Ministro ha delegado prácticamente todas sus funciones al Vicepresidente, justificando su decisión con comentarios como que este “no escucha a ningún ministro” y actúa con una confianza desmedida que margina a sus colaboradores. Estas tensiones internas no solo reflejan la centralización del poder, sino también la preferencia del Vicepresidente por asesores y contratistas extranjeros, lo que ha generado malestar entre funcionarios locales y antiguos aliados que son manipulados a su antojo debido a los diplomas que les han otorgado.
La crisis también impacta a empresas estatales estratégicas, especialmente a Ceiba Grupo (Ceiba Intercontinental, Ceiba Aeropuertos y Ceiba Cargo), que estaría bajo el control de familiares cercanos al Vicepresidente. Estas personas, incluidos su cuñado Tito Gariga y su madre, supuestamente administran la empresa desde las sombras, emitiendo órdenes y gestionando recursos sin supervisión transparente. Las denuncias apuntan a despidos masivos sin indemnizaciones, deudas acumuladas con proveedores y movimientos financieros irregulares. En este contexto, Mister Cuqui ha sido acusado de intentar apropiarse de fondos de la empresa, transfiriéndolos a cuentas en el extranjero, incluidas entidades bancarias en el Medio Oriente. Estas prácticas, de ser ciertas, revelan una preocupante falta de controles internos.
A pesar del creciente descontento entre los miembros del gobierno, muchos permanecen en sus puestos por lealtad al padre del Vicepresidente, una figura clave en el régimen. Este frágil equilibrio, basado en relaciones personales, parece ser lo único que mantiene unida la estructura gubernamental. Sin embargo, el descontento es evidente. Según fuentes cercanas, Mister Cuqui ha llegado a calificar en privado como un “disparate monumental” la idea de dejar el futuro del país en manos del Vicepresidente.
La falta de transparencia, la concentración de poder y las prácticas de nepotismo no sólo amenazan con fracturar el gobierno desde adentro, sino que también ponen en riesgo la estabilidad económica y social de Guinea Ecuatorial. Estas dinámicas de exclusión y mala gestión podrían llevar a un deterioro aún mayor de la capacidad del Estado para atender las necesidades de su población, profundizando las desigualdades y debilitando las instituciones.
El panorama actual exige un cambio urgente y radical. Las prácticas de corrupción, nepotismo y centralización del poder no solo reflejan la decadencia de un régimen incapaz de garantizar el bienestar colectivo, sino también su desprecio absoluto por los principios básicos de gobernanza. Si estas denuncias son un reflejo de la realidad, el gobierno de Guinea Ecuatorial se enfrenta a un abismo moral y político.
Persistir en estas prácticas sólo acelerará su propio colapso, llevando al país a una crisis aún más profunda, marcada por el empobrecimiento de la población y el debilitamiento total de las instituciones. La verdadera pregunta no es si el régimen cambiará, sino si lo hará antes de que las tensiones internas y el descontento social lo arrasen por completo.