En Guinea Ecuatorial, el discurso populista que promete progreso y estabilidad choca brutalmente con la realidad cotidiana de los ciudadanos. Una realidad donde montar un pequeño negocio se ha convertido en una carrera de obstáculos imposible de ganar. «Viene Hacienda, viene comercio, viene turismo, viene planificación, viene Cámara de Comercio, viene industria… y después el resultado es que el negocio se cierra», denuncian con impotencia en un vídeo reciente que circula por las redes sociales :
Esas palabras no son una excepción, sino la norma. Cualquiera que intente emprender en Guinea Ecuatorial sabe que no está apostando por el éxito, sino enfrentándose a un sistema diseñado para asfixiar cualquier iniciativa privada; se ha de depender de la superioridad y trabajar como si les debieras el favor de existir, «es lo que hay».
Las inspecciones arbitrarias, la sobrecarga de impuestos y la presencia constante de entidades estatales —que actúan más como verdugos que como facilitadores— son la fórmula perfecta para el fracaso.
Mientras el régimen de Malabo proclama su discurso rancio de «paz reinante» y «progreso económico», los pequeños comerciantes se enfrentan a una realidad hostil creada por las mismas instituciones que, en teoría, deberían protegerlos. Hacienda exige, comercio multa, turismo inspecciona, planificación sanciona y la Cámara de Comercio cobra. La maquinaria burocrática no solo entorpece, sino que expolia a los negocios hasta llevarlos al cierre. «La cabra come donde está atada«, es el eslogan.
El problema no termina ahí. Quienes atrevemos a señalar estas injusticias somos tachados de «antipatriotas« y «enemigos del progreso«. Una acusación absurda que solo busca silenciar las voces críticas y mantener el control sobre una población cansada y sumisa. Pero ahora, el cinismo llega a su punto más álgido: lo que la ciudadanía ha denunciado durante años es admitido, de forma tardía, por el propio gobierno, mientras sus seguidores aplauden a raudales.
Aquí no hay error ni mala gestión; hay una decisión política premeditada para mantener a la población atrapada entre la pobreza y el miedo. Los pequeños negocios representan independencia económica, y una ciudadanía independiente no puede ser controlada tan fácilmente. Por eso, el régimen prefiere sabotear cualquier iniciativa privada que escape a su influencia.
Detrás de los discursos populistas y de las promesas vacías, están los mismos rostros que crean y perpetúan este sistema abusivo. El gobierno que habla de progreso es el mismo que multiplica las barreras administrativas y estrangula la economía local. El populismo se alimenta de los problemas que él mismo crea, mientras presenta soluciones superficiales que solo sirven para adornar sus discursos y engañar a los ingenuos.
En este contexto, surge una pregunta inevitable:
¿Para cuándo el cambio radical y no la continuidad del ruido populista?
Porque el pueblo guineoecuatoriano no necesita más discursos. No necesita más aplausos vacíos para verdades que todos conocen desde hace 45 años de la dictadura de Teodoro Obiang y los lobbies. Lo que necesita es justicia, libertad económica y un gobierno que no confunda control con gobernanza. Lo que necesita es que, las instituciones dejen de actuar como extorsionadores al servicio del poder.
Cerrar un pequeño negocio en Guinea Ecuatorial no es un fracaso del comerciante, es el triunfo de un sistema que prefiere ver a su población sumida en la pobreza antes que libre y próspera. Como Ejemplo más sonado, tenemos a «Chico Milé» con su compañía aérea. El abuso sistemático genera desgaste, y ya va llegando el día en que el pueblo deje de aplaudir cuan borregos y comience a exigir cuentas.
El cambio no vendrá de quienes han construido esta trampa. Vendrá de una ciudadanía que, harta de ser víctima, decida tomar las riendas de su propio destino.
El ruido populista no puede seguir siendo el eco que ahoga las aspiraciones de todo un país.
Montar un negocio en Guinea Ecuatorial es sobrevivir al abuso del poder - RADIO MACUTO