Las disputas por la minería del oro en Malí y la lucha por la justicia económica

12/18/24
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Política
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El mes pasado, el gobierno de Malí detuvo a tres ejecutivos involucrados en el sector del oro de Resolute Mining, una empresa minera australiana. Exigió a la empresa que pagara los 160 millones de dólares en impuestos que debía al Estado maliense.

Los medios de comunicación extranjeros se apresuraron a sensacionalizar la noticia, enmarcando el arresto como "inesperado" y afirmando que los ejecutivos estaban "en cautiverio". Este tipo de lenguaje tiene claros elementos de encuadre neocolonial que tratan de presentar un ejercicio legítimo de la soberanía africana como criminal.

El incidente y la cobertura mediática que recibió reflejan la realidad de la captura neocolonial de recursos que sigue asolando a los Estados africanos. La medida de Malí puede haber sido demonizada en los medios de comunicación, pero es parte de un patrón emergente de países africanos que exigen renegociaciones de contratos injustos. Si cobra impulso, esta tendencia podría incentivar a otros a aplicar este tipo de medidas contra las empresas extranjeras que obtienen beneficios extraordinarios de los recursos naturales africanos.

Malí es uno de los mayores productores de oro de África, pero sus ciudadanos se encuentran entre los más pobres, ya que casi la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. La tasa nacional de alfabetización es de solo el 33 por ciento, mientras que el acceso al saneamiento básico es del 45 por ciento y a la electricidad del 48 por ciento. El país ha luchado contra las sequías, el cambio climático y la desnutrición.

El oro representa alrededor del 80 por ciento de las exportaciones totales de Malí, pero los beneficios económicos siguen siendo desproporcionadamente pequeños para el pueblo maliense. Durante décadas, las empresas mineras extranjeras han extraído grandes riquezas mientras aportaban beneficios mínimos a la nación anfitriona. Los informes sugieren que Malí pierde alrededor de 580 millones de dólares al año debido a los flujos financieros ilícitos y la evasión de impuestos corporativos.

Esta explotación injusta de las riquezas minerales malienses es un legado del colonialismo europeo. Malí estuvo bajo el dominio colonial francés durante 68 años. Durante este tiempo, Francia estableció prácticas de extracción de recursos para beneficiar a las industrias francesas con una consideración mínima por el desarrollo local. Uno de los principales recursos saqueados por los franceses fue el oro maliense.

Después de que Malí alcanzara su independencia, este acuerdo extractivo pasó de las autoridades coloniales francesas a empresas extranjeras, en su mayoría occidentales. Han estado obteniendo enormes beneficios del oro maliense, pagando cantidades insignificantes de regalías e impuestos al gobierno maliense.

La reciente disputa fiscal con Resolute Mining es parte de un esfuerzo más amplio de Malí para reformar su sector minero y renegociar contratos injustos. Los cambios recientes en su código minero tienen como objetivo aumentar los ingresos y la propiedad del estado.

Malí también ha exigido el pago de impuestos a otra empresa minera extranjera, la canadiense Barrick Gold. Las autoridades malienses la acusan de deber 500 millones de dólares en impuestos no pagados y han emitido una orden de arresto contra su director general.

En lugar de ser reconocidas como pasos hacia la justicia económica, estas reformas han sido desestimadas en las narrativas occidentales como disruptivas o autoritarias. Este encuadre oscurece el imperativo moral de Malí de obtener mayores beneficios de sus recursos.

No es de extrañar que los gobiernos del Reino Unido y Australia intervinieran en nombre de Resolute Mining, presionando por la liberación de los ejecutivos detenidos. Tales acciones demuestran cómo las potencias occidentales priorizan los intereses corporativos en África sobre la aplicación de las leyes locales. Al movilizar recursos diplomáticos para proteger a los presuntos evasores fiscales, estos gobiernos refuerzan la narrativa de que la gobernanza africana es ilegítima. Esta injerencia refleja las prácticas coloniales, en las que los intereses económicos extranjeros prevalecieron sobre los intereses económicos y sociales nacionales.

A pesar de la presión extranjera y la cobertura sesgada de los medios de comunicación, el gobierno maliense logró que Resolute Mining pagara sus cuotas. También pudo actualizar el acuerdo minero, aumentando su participación en los ingresos mineros.

Las acciones de Malí no son una excepción. En todo el continente, las naciones están tomando medidas para renegociar acuerdos injustos con empresas y gobiernos extranjeros. Senegal, por ejemplo, se ha embarcado en una campaña para renegociar contratos en sus sectores de minería, petróleo y gas, mientras que Níger se ha apoderado de una mina de uranio explotada por un conglomerado francés. Mientras tanto, Burkina Faso ha amenazado con revocar algunas licencias de extracción de oro a empresas extranjeras.

Estos esfuerzos reflejan un creciente impulso para que las naciones africanas recuperen el control de sus recursos y gobernanza. Son parte de una lucha más amplia por el respeto, la equidad y la autodeterminación en las naciones africanas.

La confrontación de Malí con las empresas mineras extranjeras subraya la necesidad urgente de que las naciones africanas afirmen su soberanía y exijan justicia en la extracción de recursos. Si bien los medios de comunicación occidentales pueden retratar tales acciones como desestabilizadoras, esta narrativa solo sirve para proteger los intereses extranjeros. En cambio, las audiencias globales deberían celebrar estos esfuerzos como pasos hacia la justicia económica.

Las naciones africanas deben ser solidarias, apoyándose mutuamente en sus demandas de una gestión equitativa de los recursos y desafiando las prácticas neocoloniales. Esta no es solo la lucha de Malí, es una lucha por la dignidad y la prosperidad de las naciones de todo el continente africano.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente la postura editorial de Al Jazeera.

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Imagen de portada: Una foto de la mina de oro Yatela en el suroeste de Mali [Creative Commons/Wikipedia].