La estrategia de Pekín evoluciona para salvaguardar sus intereses, como señala el investigador Xavier Aurégan en Le Monde.
En su opinión, el continente africano ha sido un laboratorio para el ascenso de China en la escena internacional. ¿En qué medida?
Utilizo el término «laboratorio» porque China, bajo Mao Zedong, Deng Xiaoping, Jiang Zemin y Hu Jintao, ha ensayado diferentes formas de intervención internacional en África. En la década de 1960, China experimentó primero con la diplomacia sanitaria, enviando misiones médicas, la primera a Argelia, a Saïda, en 1962 [seis meses después de su independencia]. Después ensayó la cooperación agrícola importando el modelo de las granjas estatales, que fue un fracaso por falta de inversión. Luego, en materia de defensa, Pekín apoyó los movimientos africanos de liberación nacional en Tanzania, Angola, Guinea, Níger, etc.
Tras la muerte de Mao en 1976, Deng Xiaoping racionalizó la política exterior china. Optó por un enfoque más mercantil, lanzando pequeñas industrias como fábricas de cerillas. En los años noventa, tras las grandes reformas de la economía china, se utilizó el continente africano como laboratorio para conceder líneas de financiación a los Estados socios, mientras las grandes empresas estatales chinas se lanzaban a la conquista de los mercados internacionales. Una vez más, estos métodos se probaron por primera vez en África.
¿Cómo definiría hoy estas relaciones?
Tras la euforia de la década de 2010, que acompañó el despliegue del proyecto de las «Nuevas Rutas de la Seda» de Xi Jinping, China se enfrenta ahora a un problema financiero. Se muestra reacia a prestar dinero a Estados africanos que tienen dificultades para devolverlo debido a sus propias dificultades, ya sean financieras, económicas postcovídicas o relacionadas con la seguridad. Tanto más cuanto que algunos proyectos están mal concebidos y no optimizados, lo que pone en entredicho su legitimidad.
Para los actores chinos, tanto gubernamentales como empresariales, la palabra clave ha pasado a ser «riesgo», y se lo piensan dos veces antes de embarcarse en empresas internacionales, sobre todo en África. Además, la inversión directa china en África sigue siendo escasa y no se ha traducido en avances significativos en la industrialización. Políticamente, no hay vuelta atrás, pero económicamente estamos asistiendo a una especie de cautela.
¿Se replantean los países africanos esta relación?
El periodo de luna de miel ya ha pasado, y desde hace varios años. Algunos dirigentes africanos han criticado a las autoridades chinas, como el gobierno de Zambia, sobre todo en el tema de la deuda. La población, en cambio, presta más atención a la presencia china y a lo que puede aportar al desarrollo de sus países. Otros socios están presentes en el continente, como Emiratos Árabes Unidos, los países occidentales, Turquía, Brasil (tras el regreso de Luiz Inácio Lula al poder en 2023) e India. La oferta se ha diversificado.
¿Se cuestionan algunos proyectos chinos?
Algunos parecen desproporcionados. Es el caso de puertos que cuestan cientos de millones de dólares, como el de Lamu, en Kenia, o el proyecto del puerto de Bagamoyo, en Tanzania, firmado por el gobierno tanzano en 2013 antes de ser suspendido en 2019 por considerarlo demasiado caro: 10.000 millones de dólares [9.000 millones de euros]. En Guinea, la remodelación del puerto de Conakry se adjudicó a un grupo chino en 2016, pero finalmente se confió a un grupo turco en 2018 por decreto presidencial.
¿Afecta esto a la calidad de las relaciones diplomáticas?
Se percibe en el discurso oficial chino una voluntad de hacer hincapié en el factor diplomático y político, en la retórica de la solidaridad Sur-Sur, en la fuerza del grupo BRICS [Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica]... Y un poco menos en el aspecto económico.
Este fortalecimiento del discurso ideológico se produce además en un momento en el que China afirma su deseo de acabar con la dominación occidental. ¿Cuál es la realidad de la cohesión ideológica con los países africanos?
Un concepto recurrente en el discurso chino desde Mao es el de «soberanía». Pekín ha comprendido desde hace tiempo la importancia de elegir las palabras adecuadas para dirigirse a las élites africanas, de modo que éstas puedan identificarse con ellas. Pero la diplomacia africana también se caracteriza por un cierto oportunismo: toma sus señas de la izquierda y de la derecha, tanto de los chinos como de los franceses, el Club de París, los indios y los turcos. ¿Acabarán las élites africanas decepcionadas por escuchar tanta retórica china? Es una pregunta real.
Estas relaciones con China no han permitido realmente a los países africanos acelerar su industrialización. ¿Es esto una fuente de frustración?
Es un semifracaso en la relación sino-africana. Los grupos chinos, a menudo estatales, se benefician de la prestación de servicios, mientras que el bajo nivel de inversión directa no favorece el desarrollo de la industria. La situación no es tan «beneficiosa para todos»: lo es más para China, aunque los préstamos chinos para construir infraestructuras sean beneficiosos para los países afectados. Pero no hay grandes inversiones chinas directas para desarrollar las regiones y la economía local. Tampoco hay ninguna procedente de Occidente. Es un problema importante, y es difícil ver cómo pueden resolverlo los chinos.
Esto está aumentando su necesidad de minerales estratégicos y reforzando su presencia en las minas africanas. ¿Beneficia esto al continente africano?
La política de asegurarse materias primas es una prioridad para China, que las necesita para sus líneas de producción. Con el tiempo, sus empresas se están convirtiendo en actores geopolíticos que se enfrentan a contextos de seguridad tensos, lo que pesa sobre su capacidad para extraer y exportar recursos.
Las autoridades chinas conocen estas mismas realidades. En Níger, cuando la junta tomó el poder [en julio de 2023], Pekín siguió necesitando materias primas y, por tanto, se vio implicado en la crisis. En Sudán del Sur, envió fuerzas de paz en 2015 para asegurar a la población y las infraestructuras bajo mandato de la ONU, pero también para proteger los pozos petrolíferos de grupos chinos. Esta presencia de seguridad se refleja también en el recurso a empresas militares privadas, tanto chinas como locales, para vigilar los yacimientos explotados por estas empresas.
¿La disminución de la influencia francesa en el Sahel beneficia a China?
No creo que Pekín tenga una estrategia para desestabilizar los países ni, por lo tanto, la presencia francesa. Indirectamente, sin embargo, la expulsión manu militari de socios históricos puede beneficiar a grupos chinos. En Mali, en cambio, la junta ha pedido que se vayan los cascos azules y, por tanto, los chinos.
¿Cómo se percibe a China en África?
Su imagen es generalmente positiva. Pero, en detalle, las percepciones varían mucho de un país africano a otro. Cuanto más implicado está el actor chino en las altas esferas, en la diplomacia, con los grandes grupos, mejor se le percibe. Cuando China parece contribuir al desarrollo, está bien considerada. Los empresarios privados chinos lo son mucho menos, ya que compiten con otros actores económicos, como la comunidad sirio-libanesa en África Occidental, o los comerciantes africanos, por supuesto.
Los productos chinos, de muy bajo coste pero de baja calidad, no están necesariamente bien considerados, aunque contribuyan a aumentar el poder adquisitivo de los artículos de uso cotidiano. Y que, paradójicamente, pueden crear empleos locales. Las opiniones difieren, pero en comparación con antiguas potencias coloniales como Francia y Estados Unidos, China goza de una mejor imagen, aunque haya habido manifestaciones antichinas, por ejemplo en Zambia.
Xi Jinping ha visitado África cinco veces desde que es presidente, y el ministro de Asuntos Exteriores tiene previsto su primer viaje del año. ¿Ayuda esta regularidad a que China haga sentir su presencia en el continente?
Pekín ha mantenido esta política durante mucho tiempo. Su compromiso con los países africanos desempeñó un papel fundamental en su capacidad para conseguir en 1971 el puesto en la ONU, hasta entonces ocupado por Taipei. Incluso hoy, el apoyo africano en los organismos internacionales es de gran importancia para China a la hora de reducir la presión occidental en cuestiones relacionadas con Xinjiang y los uigures, Tíbet, Hong Kong y Taiwán. Hay una especie de constancia en la política china, en la que todos los ámbitos -exteriores, militar, sanitario, educativo- son socios del continente.
Pekín también sabe recibir con grandes honores a los dirigentes de los países pequeños. ¿Se beneficia de ello?
Existe un verdadero saber hacer en este ámbito. China tiene la capacidad de crear estas grandes reuniones, como el Foro de Cooperación China-África [Focac], que brindan la oportunidad de debatir todas las relaciones bilaterales, incluso con los países pequeños, y, detrás de los grandes discursos, desarrollar tal o cual sector.
África es un grupo de países con intereses divergentes. Es difícil para África hablar con una sola voz cuando se trata de China...
La relación es asimétrica, pero China no es la única potencia en esta situación. A los países africanos les interesa poder sacar provecho de esta relación, incluso en cumbres como la de Focac, donde pueden negociar con los más altos funcionarios. La gran diversidad de regímenes africanos les impide tener una posición común. Ahí radica el problema: el continente africano nunca ha logrado desarrollar una estrategia china. Se trata de una deficiencia importante para reequilibrar la relación.
Harold Thibault (Pekín, corresponsal)
Imagen de portada: Xavier Aurégan. COLECCIÓN PERSONAL
Xavier Aurégan es profesor en la Universidad Católica de Lille, especializado en las relaciones entre China y África. En junio publicó Chine, puissance africaine. Géopolitique des relations sino-africaines (Armand Colin, 272 páginas, 23,90 euros). Con motivo de la celebración en Pekín, del 4 al 6 de septiembre, del Foro de Cooperación China-África (Focac), el especialista analiza la relación asimétrica que se ha desarrollado entre China y el continente africano.