La reciente muerte del exministro de Cultura tras un choque con un camión de madera en Guinea Ecuatorial no deja lugar a dudas: este trágico hecho es la prueba irrefutable de la corrupción y el abuso de poder que caracterizan al régimen encabezado por el vicepresidente, hijo del presidente de la nación. La responsabilidad recae directamente sobre él, el monopolizador exclusivo de la exportación de la madera, quien opera por encima de la ley y, como en este caso, a costa de vidas humanas.
La industria maderera en Guinea Ecuatorial está en manos del vicepresidente. No es una cuestión de negocios, es el control absoluto de un recurso nacional. Él monopoliza la extracción y exportación de la madera, sin rendir cuentas a nadie. Este poder se extiende hasta el transporte de la mercancía: camiones que circulan sin señalización ni precauciones básicas, intocables porque transportan «la madera de Nguema». No es casualidad que estos vehículos operen sin controles. Son intocables porque pertenecen a la personificación del poder actual del país, y lo que ellos controlan no está sujeto a las normas comunes.
La Muerte del Exministro: Un crimen inevitable
La muerte del exministro no es un accidente. Es la consecuencia directa de la impunidad con la que se maneja el poder en Guinea Ecuatorial. Los camiones que transportan la madera del vicepresidente no cumplen con ninguna normativa de seguridad. No llevan señalización y circulan a cualquier hora del día o de la noche, sin temor a ser sancionados. ¿Por qué? Porque la ley no aplica cuando se trata de proteger los intereses del «vicebabuino». No se puede negar: la vida de los ciudadanos es un precio que el poder está dispuesto a pagar por seguir amasando riqueza.
El exministro perdió la vida porque chocó con uno de esos camiones, y el vicepresidente es directamente responsable. No fue un accidente fortuito. Fue el resultado de una política de impunidad y desprecio por las normas. El hecho de que estos camiones circulen en las condiciones que lo hacen, sin controles, es una decisión consciente y deliberada. El vicepresidente de su padre tiene las manos manchadas de sangre.
Un sistema criminal
El control absoluto del vicepresidente sobre la madera y su transporte no es solo una muestra de corrupción económica; es un sistema que genera muertes. La falta de regulación en el transporte no es negligencia, es un acto de poder. Los camiones que transportan la madera no están señalizados porque no tienen que estarlo. No necesitan cumplir la ley porque están al servicio de quien la manipula a su antojo. La vida del exministro es solo una de las tantas que podrían haberse salvado si el poder en Guinea Ecuatorial no estuviera tan podrido.
El vicepresidente no solo controla la madera, controla la vida de los ciudadanos a su antojo. Cada camión que circula sin señalización es un símbolo de ese poder ilimitado y de cómo la vida humana se ha vuelto un recurso desechable frente a los intereses de la élite gobernante.
Un crimen que no puede quedar impune
La muerte del exministro de Cultura es un crimen, no un accidente. Cada camión que circula sin señalización, cada norma que se ignora para proteger los intereses del vicepresidente, es una sentencia de muerte en potencia. Guinea Ecuatorial es un país donde la ley solo aplica para los débiles, mientras los poderosos hacen y deshacen a su voluntad. Esta muerte es la confirmación definitiva de que el poder en manos del vicepresidente no solo es corrupto, es letal.
El vicepresidente debe rendir cuentas. Él y su familia han convertido los recursos de la nación en su propiedad personal, y no solo están saqueando al país, están poniendo en peligro la vida de los ciudadanos. La impunidad que rodea a su figura no puede continuar. Cada día que pasa sin justicia, es un día más en que el poder sigue matando impunemente. Y la muerte de Prudencio Botey es solo una prueba más de este crimen sistemático que ya no se puede ocultar.
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