Maximalista en el ámbito geográfico, minimalista en las posiciones.
En los últimos años, y en continuidad con el apoyo de la antigua Unión Soviética a los países que lucharon contra el colonialismo portugués, hemos visto aumentar la influencia de Rusia en el África lusófona.
De hecho, a excepción de Cabo Verde, todos los demás países africanos de la CPLP no sólo no han suspendido sus relaciones con Rusia (como han hecho Portugal y Cabo Verde), sino que las han reforzado: ha sido el caso de Mozambique, Guinea-Bissau, Guinea Ecuatorial y Santo Tomé y Príncipe. Luanda parece seguir su propio camino, acercándose a Estados Unidos pero sin cortar decisivamente los lazos con Rusia. En cuanto al Brasil de Lula, parece más cercano a Rusia que durante el gobierno de Bolsonaro y las tesis antioccidentales en Brasil son ahora más fuertes que nunca.
Esta "conquista" del África lusófona por el régimen de Putin tiene varias explicaciones:
1. La disposición de Rusia a enviar mercenarios Wagner, ahora rebautizados como "Africa Corps", para luchar contra los insurgentes o la oposición local, sin preocuparse demasiado por la democracia local o los derechos humanos, a cambio de garantizar el acceso gratuito o a bajo coste a los recursos naturales.
2. El suministro de cereales (algunos robados de Ucrania) y otros productos alimenticios.
3. La oferta o el suministro a bajo coste de petróleo o gas natural.
4. El envío de "asesores técnicos" y préstamos financieros a corto plazo.
5. 5. La corrupción descarada de los dirigentes locales.
Por estas razones, la influencia rusa en África no ha dejado de crecer. Actualmente, Africa Corps está presente en la República Centroafricana, donde existe un posible conflicto con un destacamento militar portugués de 243 soldados, 188 de los cuales forman parte de la MINUSCA y 55 participan en la misión de formación EUTM RCA. Además de la República Centroafricana, y siempre a través del Cuerpo África, Rusia tiene militares "no uniformados" en Libia, Mali (donde 80 rusos murieron recientemente en una emboscada tuareg), Sudán y Burkina Faso. El plan inicial era desplegar más de 40.000 mercenarios en África, pero hubo problemas de reclutamiento causados por las pérdidas rusas en Ucrania (que superan sistemáticamente las 1.000 bajas diarias) y el objetivo no se cumplió.
La presencia de mercenarios rusos tampoco ha ido bien en todas partes: en Mozambique, por ejemplo, en 2019 (y con vistas al gas natural mozambiqueño) "Wagner" envió unos cientos de mercenarios al norte del país para luchar contra las fuerzas del Estado Islámico. Pero este destacamento ruso fue ineficaz: las barreras lingüísticas y culturales dificultaron su integración con las tropas gubernamentales y los "Wagner" se vieron sorprendidos por un elevado número de bajas (siete mercenarios fueron capturados y decapitados por los insurgentes). Meses después se retiraron de Mozambique. Hoy son los militares de la vecina Uganda los que estabilizan la situación y garantizan la paz en el territorio.
Si la conexión militar entre los países de la CPLP parece más sólida que nunca, lo mismo parece ocurrir en el contexto diplomático, aunque con menor intensidad, a la hora de votar en la Asamblea General de la ONU.
Y sin embargo esto no debería ser así. La CPLP debería tener una posición común más alineada y concertada con los intereses de todos sus Estados. Así lo establece el artículo 4 de sus estatutos: "a) La concertación político-diplomática entre sus miembros en materia de relaciones internacionales, en particular para reforzar su presencia en los foros internacionales; b) La cooperación en todos los ámbitos, incluidos la educación, la salud, la ciencia y la tecnología, la defensa, los océanos y los asuntos marítimos, la agricultura, la seguridad alimentaria, la administración pública, las comunicaciones, la justicia, la seguridad pública, la economía, el comercio, la cultura, el deporte y los medios de comunicación".
El reciente acuerdo militar entre Santo Tomé y Príncipe y la Federación Rusa, aunque opaco y secreto, choca -que se sepa- con varios apartados de estos estatutos y, en consecuencia, cuestiona la seriedad con la que los países que integran esta comunidad ven su participación como estados libres y soberanos que no están obligados a pertenecer a la Comunidad. Y si choca de forma tan flagrante, cabe preguntarse qué sentido tiene una comunidad de Estados independientes que no respetan estos principios básicos. ¿Qué sentido tiene una CPLP maximalista geográficamente ("todos" los países lusófonos más la dudosa Guinea Ecuatorial) pero minimalista hasta el punto de cero en lo que se refiere a sus posiciones sobre los mayores conflictos mundiales de la actualidad?
¿Qué sentido tiene una CPLP que ni siquiera puede garantizar que uno de sus Estados miembros no haya abolido "totalmente" la pena de muerte, como prometió en el proceso de adhesión, y que está "satisfecha" (en palabras de Zacarias da Costa, actual secretario ejecutivo de la CPLP) con la situación de los derechos humanos en este país "lusófono"?
Rui Martins es fundador del Movimiento para la Democratización de los Partidos
https://www.sapo.pt/opiniao/artigos/para-que-serve-a-cplp
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